La campaña libertadora de Junín y Ayacucho

LA CAMPA!i!A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO 45 perado de la situación, Braun, Silva, Carvajal, Bruix, Sowersby y algunos otros, no abandonaron el campo. Permanecieron en sus puestos, peleando como simples soldados, intentando afanosamen– te reagrupar a los dispersos. Daban ejemplos de valor a los des– moralizados grupos que se batían en retirada ante el ensañamiento de sus oponentes, quienes los acuchillaban sin piedad. En medio de la confusión sólo se escuchaban gritos, lamentos, agónicas vo– ces, el incesante relinchar de los cabállos y el estridente toque de los clarines. No se hizo ni un sólo disparo. Sólo el sonido tétrico y metálico de los sables, anunciaba a la inexorable y si– lenciosa muerte. "Puede escribirse -dice Palma- que 1~ derrota estaba con– sumada . El sol de los incas se eclipsaba y la estrella de Bolívar palidecía". "El Libertador, los generales Santa Cruz y Gamarra con su Estado Mayor, sin pasar el desfiladero, se formaron en una espe– cie de llano pantanoso, y por el otro al pie de unas colinas, y presenciando la fuga de nuestras tropas en la primera carga, se retiraron rápidamente a una legua a retaguardia donde la infan– tería estaba formada" (33). En esta situación de inminente derrota, solamente una actitud excepcional podía variar el curso de los hechos. Y así fue que el mayor José Andrés Rázuri, subordinado de Suárez, tuvo la audacia de realizar un sublime acto de desobediencia, que generó la vic– toria para las tropas patriotas. En efecto, como hemos visto, Suá– rez se había quedado en la retaguardia a la espera de las necesa– rias órdenes superiores que determinasen su acción. Fue entonces que La Mar ordenó a Rázuri que comunicase a su jefe la orden de retirada, ya que consideraba que todo estaba irremediablemente perdido. Pero Rázuri, como empujado por la mano del destino, (33) De la carta de Miller a su hermano Juan.

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