La campaña libertadora de Junín y Ayacucho
LA CAMPAl'l:A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO 75 El general Agustín Gamarra era el jefe del E .M. G. y Ramón Castilla desempeñó el papel de su ayudante principal (64). El ge– neral O'Connor actuaba como segundo jefe del Estado Mayor. Este era el dispositivo general de ambos ejércitos al darse m1cio a la batalla decisiva. Sólo falta agregar que el ejército pa– triota estaba constituido por 4,500 colombianos, 1,200 peruanos y (64) De la participación que tuvo Castilla en la campaña de 1824, podemos decir lo siguiente: Se sabe que Castilla, a pesar de ser oficial de caba– llería, no llegó a participar en la acción de Junín, debido a que, al hallarse en Tumbes preparando un escuadrón, fue tomado prisionero y llevado a Caraz con grillos. La explicación de esto, era que, unos días antes, Castilla había acudido a Otuzco por disposición dél general La Fuente, a ponerse a órdenes del Libertador. Este último, en el acto de montar a caballo le dijo a Castilla: "entregue Ud. su escuadrón a ... " (un jefe colombiano). Castilla contestó a Bolívar: "yo no he venido a entregar mi escuadrón, sino a ponerlo a las órdenes de V. E.". De aquí el enojo del Libertador. A pesar de todo, Bolívar ordenó que lo liberasen y lo puso a disposición de La Mar, quien lo incluyó en la Di– visión Peruana. Participó en la batalla de Ayacucho y tiene fama de haber sido el pri– mer peruano que penetró en el campo realista, sufriendo heridas · de sable y de bala, al transmitir las órdenes del comando. Sucre lo con– sideró en el parte de la batalla "muy digno de una distinción singu– lar". Castilla Estadista y Soldado. Instituto Libertador Ramón Cas– tilla. Págs. 7 y s. Palma nos narra el episodio del reencuentro con su hermano en el mis– mo campo de batalla: " ... herido don Ramón en un brazo, fue condu– cido en camilla al hospital de sangre, donde se le colocó en un salón destinado para jefes. Así vencedores como vencidos. Terminada e_l cirujano de hacerle la primera curación, cuando se oyó una voz que preguntaba: -¿ Donde está el comandante Castilla? -Aquí, a la derecha -contestó don Ramón, a la vez que otro herido decía: Aquí, a la izquierda. Los dos hermanos, heridos en defensa de distinta b andera, estaban en el hospital de sangre, y, ¡coincidencia cu– riosa!, la lesión de ambos era en un brazo. Demás está decir que aque– lla tarde fue de fraternal reconciliación. Tradiciones Peruanas. Tomo V. Pág. 155.
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