La carta a los españoles americanos y su repercusión en la independencia de Hispanoamérica
\. 104 RAUL PALACIOS RODRIGUEZ DOCUMENTO Ne:> 5 Exposición de don Pedro José Caro, fechada en Hamburgo el 31 de mayo 1800 Excelentísimo señor. Señor: Ruego a V.E. tenga a bien presentar al rey nuestro señor el me– morial aquí adjunto, dando cuenta a su majestad de la declaración siguien– te, en que los documentos que la acompañan y el orden de la exposición hacen fee (...). Al tiempo de la declaratoria de la actual guerra entre nuestra corte e Inglaterra, me hallava yo en París incierto de destino: allí me encontré por casualidad con don Antonio Nariño (alias Palacio), hombre bien conocido en el govierno. La indigestión de especies análogas a la doctrina de nues– tros dias, que ya perturbaban mi juicio desde mucho antes, y la reunión con aquel individuo produgeron su efecto. Nos acordamos: él partio a embarcarse en Burdeos, dirigiéndose a la isla de San Bartolomé, para desde allí pasar a la costa firme hasta Santa • Fee, a preparar la maniobra; y yo me encaminé a Londres, a continuar la pretención de interesar aquella corte en la insurrección de nuestras Améri– cas (...). A la época del levantamiento de la Armada naval, cuando pasó la segunda vez el Lord Malmesburi a Francia a tratar de paz, quité yo tambien de Lon– dres, porque, si benía a efectuarse una paz general, no era hora de conti– nuar en nuestro intento. Después he conocido yo un poco mejor a los ingleses. Yo me retiré a París y en esta segunda vez fué que conocí a don Fran– cisco de Miranda (alias general Miranda), que a nuestra primera vista con– frontamos, y la conformidad de ideas nos hizo amigos. En esto arriva el suceso llamado 18 Fructidor; el congreso de Lila se di– suelve; Miranda está proscrito; él me da cartas para sus amigos respetables de Londres y yo parto otra vez (... ). Quatro meses después de haver emprendido segunda ves la negosia– ción arrivó Miranda a Londres. Su reputación, sus amigos, sus talentos, etc. me impusieros a dejarle el campo, obrando yo siempre conjuntamente (...). Miranda se presentó exiviendo unos poderes, diciendo conferido por dos agentes de la América arrivados a París, tambien fraguados y riveteados que yo los tuve por todos verídicos, aunque no authenticos, pues ni nadie puede dar lo que en sí no tiene, ni los delegados pueden subdelegar seme– jantes misiones. El tiempo y las circunstancias me han dado a conocer el charlatanismo de los tales poderes, y si los ministros británicos los han co– mulgado, no es en toda buena fee. Como quiera que sea, los poderes han dado a Miranda en Londres el tono de una especie de ministro diplomático, que todavía no tiene nombre en el derecho, pero que él se da maña de suponerse el carácter, ayudando-
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