La expedición libertadora

235 los acontecimientos es imposible dar reglas seguras e invariables; el mejor, más pronto y más análogo plan que se presenta, para la consecución del principal objeto, es que derrotados los rebeldes y expelidos de la Provincia de Concepción en los términos indicados por el anterior artículo, se reembarquen en los mismos buques conductores y demás surtos en Talcahuano con las tropas que lle– va y las que puede reunir de la fuerza que existe en este punto, de– jando en el mencionado de Concepción a cargo de su Gobernador Ordóñez una guarnición capaz de asegurar todo su partido en el estado, que se supone libre de enemigos; y de entretener a los que acudieren de la Capital y tome la dirección a una de las caletas cercanas a Valparaíso con la diligencia posible des– de donde, desembarcando su gente, se puede encaminar a mar– chas forzadas a Santiago para apoderarse de esta capital sin dejar al descuidado caudillo enerr.igo tiempo para prevenirse a la de– fensa. Esta maniobra ejecutada con celeridad, pu'ede producir tantos mejores resultados, cuanto aquél se ha de ver precisamen– te sorprendido con el ejército real encima; porque con la noticia de su primer arribo a Talcahuano y encuentro con sus tropas en Con– cepción debe creer que Ja guerra iba a hacerse por aquel punto en dirección por tierra a la Capita'l, y es regular que arrime la mayor parte de sus fuerzas existentes en ésta hacia el Maule; y como, mientras verifica esta medida, puede vencerse la corta travesía a las costas de Valparaíso, se le hallará probablemente en un estado de debilidad y aturdimiento, en que no es posible desplegar Jos recursos del genio y respectiva situación, y pierde mucho de su energía toda resistencia. Se logra también con este golpe de mano, que en el tránsito desde el surgidero a la Capital, se reúnan tal vez al ejército muchos de los soldados dispersos de resultas del desas– tre de Chacabuco, y algunos oprimidos vasallos fieles al soberano. 15. En éstas y cualesquiera otras circunstancias se faculta al señor Ossorio para indultar todo crimen, y entrar en convenio con los enemigos, siempre que no sea indecoroso a la dignidad de la nación española, no contenga agravio a los legítimos derechos del soberano, ni se oponga al honor de sus reales armas; y en el caso que no se manifieste claramente la conformidad con estos sagra– dos fines, dejará su sanción a la consulta y aprobación mía; de– biendo tener~e por regla general, que todo tratado, que no supon– ga la incorporación de aquel país a la monarquía, y su sujeción a las leyes y autoridades reales, no ha de concluir Ja guerra y cuando más, admitido en circunstancias muy apuradas, podrá suspender las hostilidades.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx