La expedición libertadora

313 de ésta, se hallará usted ya impuesto de la diligencia con que se pre– paraba en Cádiz una gruesa expedición para nuestras playas, y de la que no nos queda la menor duda, ha sido menor mi sentimiento en firmar la orden para la muy pronta retirada de nuestras fuer– zas á esta parte de la cordillera. Por las comunicaciones de oficio á usted y á O'Higgins de que se incluye á usted copia, verá que es de necesidad sacar toda la fuerza posible; ya porque lo pide nuestra situación, ya porque esto será lo único que nos dará Chile en re– compensa de tantos sacrificios que nos ha costado su restauración. Aunque se pide el auxilio de tropas de línea hasta el completo de nuestra fuerza de cinco mil veteranos, yo creo que convendría más que sólo se trajesen reclutas rara engrosar nuestros cuerpos; porque sus tropas de línea vendrán llenas de planas mayores, que nunca serán de nuestra confianza; porque nos costaría un duplo de nu– merario sostenerlas. Me inclino, pues, más á que pida usted reclu– tas, que bajo la dirección de los nuestros serán sin duda de más pro– vecho. Bien temo la deserción que usted recela al repasar los Andes; singularmente en todos los que sean soldados chilenos; pero ahí es donde debe usted apurar su saber, para traerlos contentos; 6 segu– ros aunque no sea contentos. Por esto, pues, y por el mayor respeto que impondrá la presencia de usted, pienso que seria muy convenien– te que usted no se separase del ejército hasta dejarlo á esta parte de la cordillera, cuyo paso debe á toda costa verificarse en la pre– sente estación. Ya habrá usted sabido el fandango que bailaron los matu– rrangos de San Luis. ¡Qué tales niños el Ordoñez, Morlit, etc., etc.! Vale que la pagaron bien; he mandado el grado de coronel á Dupuy por su buen desempeño. También estaban preparados los de las Brus– cas, pero fueron denunciados por dos oficiales menos malos, y queda– ban presos varios de ellos: ha caminado una comisión á formalizar un sumario y con orden de fusilar á cuantos resulten culpados. ¡Que malvados tan criminales son los patriotas de Montevideo! Hace como cuatro días que me entregó Alvarez la adjunta re– cibida de Inglaterra. Supongo que es de Condarco, porque también entregó otra para O'Higgins, un inglés en la secretaría de gobierno. Siguen aquí los malvados inquietando el gallinero, pero no hay cuidado. Tenga usted salud y fortaleza y mande á su amigo íntimo, se– guro servidor. Juan Martín de Pueyrredón.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx