La expedición libertadora

93 Ya me figuro estos buques unidos a nuestra marina, a usted dueño de una fuerza respetable y secundados sus esfuerzos por Cochrane, dando un material inagotable a la historia. Ah! quién tuviera poder de facilitar a usted un millón de pesos! Conozco que Chile estará en esqueleto. Así, mi General (permítame us– ted este consejo), yo no hallo otro arbitrio de realizar el auxilio ofrecido (hasta ahora inverificable) que el que haga usted un ex– traordinario pidiendo por sí y con nuestro Director el numerario que crean necesat:io. Aquí lo pueden suplir los godos, y quedar siempre ricos. La cantidad que dieron, como fué sobre la aduana, ya se les pagó. Hubo hombre que entregó a los once y recibió a las doce. Porque, en suma, no se hacía otra cosa que recibir con una mano y pagar con Ja otra. Yo estoy aquí en el centro de las cosas y he adquirido relaciones que me han hecho ver que estos pícaros godos están haciendo por segundas manos especulacio– nes importan.tes. ¿Es posible que ellos sean pagados, y que el militar, derramando su sangre, esté insolvente? Yo, a pesar de mi circunspección, me explico con usted y estoy persuadido que sus clamores tendrán más fuerza que los nuestros. Siempre será de usted su sincero apasionado y servidor. Miguel Zañartú. (349) Buenos Aires, 26 de julio de 1819. Señor don José de San Martín. Mi General y amigo: Verá usted por la extraordinaria, que es indudable la retirada del enemigo, y si usted tiene las cartas interceptadas, daría un grito de desesperación lamentando el tiempo perdido. Yo no las he leído; pero algunos amigos me aseguran que por ellas se de– duce que entramos con armas al hombro a Intermedios, si se verifica la expedición en el tiempo proyectado. Pero no recor-

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