La expedición libertadora

192 cías de un contraste, me contestó con acaloramiento que con su escuadra y sus cohetes no temía a toda la escuadra inglesa. ¿Qué hacemos pues en este caso? .. . Yo apuré la cuestión hasta donde pude. contando con la se– guridad de que usted daba de que la expedición española venía a, Buenos Aires según noticias del buque de Gibraltar; pero Zañartú escribe con relación al mismo buque y dice: que aunque se hacían los aprestos en Cádiz para Ja grande expedición, no había prontos sino algunos transportes españoles insuficientes para conducirla. Pero supuesto que r ealmente venga la expedición a Buenos Ai– r es (que lo dudo mucho) y que Ja escuadra en Chile no marche al Río de la Plata, me ocurre lo siguiente: en Valparaiso .existe la fra– gata argentina de 36, corsario de las Provincias Unidas, Ja corbeta Chacabuco y dos lugres; esta fuerza, aunque todavía en pleito, puede marchar al Río de la Plata con el bergantín Intrépido, en guerra; a su arribo a aquel puerto se hallará probablemente en él una fragata de guerra de vapor, que según cartas de Inglaterra al Lord Cochrane, fecha 2 de abril, debía salir inmediatamente para estos mares, con escala en el Río de la Plata. Contratado que fuese este buque por nuestro gobierno y unido a un par de fragatas más qu.e no creo difí– cil se armen allí, puede contarse con una escuadra fuerte que se– cundada de la fuerza sutil de las lanchas del río, den quehacer a los enemigos antes del desembarco y tal vez le hagan perder la tercera parte de su fuerza. Si consigo enviar el director de la fábrica de cohe– tes, puede hacerse una defensa horrible en el río con Ja sóla fragata de vapor. Además yo no me aparto de nuestro plan favorito y que si se hubiera realizado nos habría sacado de estas angustias. Si por uno de aquellos acontecimientos tan comunes a la escuadra es– pañola, Cochrane Ja bate, debemos caer sobre Lima con todas nuestras fuerzas aunque todo el infierno ataque a Buenos Aires. Los españoles nada tienen que esperar de Ja América sin este apo– yo. Si tomamos Lima la guerra concluye. Si destruímos la expedi– ción española en Buenos Aires sin tomar a Lima, conservamos únicamente nuestras posiciones y la guerra sigue dilatándose. Si no podemos transportar al Perú una gran masa, es necesario con– moverlo con una división movible con Ja escuadra. En una pala– bra, en el Perú está nuestra seguridad y salvación o nuestra ruina infalible. Tal es mi opinión privada que no abandonaré mientras no m e convenza que podemos sostenernos muchos años en orden en el aislamiento en que estamos. Para emprender sobre el Perú y reemplazar la fuerza que salga, no falta sino un genio activo,

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