La expedición libertadora
232 cia y Roma, padre fecundo de genios, que en los mayores conflic– tos supieron hallar recursos para darle nueva vida con la restau– ración de Chile, no es posible que la abandone cuando puede te– ner Ja gloria de concurrir a consolidar su libertad. Esto espera con seguridad Ja república chilena, sin querer creer cosa alguna que parezca opuesta a un objeto tan grande como digno de esa nación ilustre. En las revoluciones siempre han sido inevitables las discu– siones domésticas; pero habiendo un verdadero espíritu público, ellas desaparecen al asomar el peligro . El enemigo se dispone a invadir esas provincias con un ejército respetable, calculando que es llegado el tiempo de aprovechar las presentes circunstancias. Burlemos, pues, sus esperanzas. Mientras, como me prometo, las Provincias Unidas toman las mejores medidas para destruirlo, marchará la expedición libertadora a ocupar la metrópoli del Perú, haciendo que tremole en todos los pueblos el pabellón de la libertad. Creo firmemente que no me engañará la segura espe– ranza en que estoy de que las Provincias Unidas adoptarán este plan, haciendo que para su consecución sin obstáculo alguno, se disuelva cualquiera empresa dirigida a perturbar Ja tranquilidad de Chile, en el caso de haber existido o existir. teñiendo a bien el darme, sobre todo, \.\na contestación pronta y categórica de lo que acuerden o deliberen con el ministro plenipotenciario extra– ordinario de este gobierno, ciudadano don Jose Silvestre Lazo, que va autorizado, con plenos poderes e instrucciones, para tra– tar en el más grave negocio que se ha presentado en favor de la América Meriodional . Dios guarde a V.E. muchos años. Bernardo O'Higgins. DASM.- VII.- Pág. 209-212.
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