La expedición libertadora

235 tamente como reparar las pérdidas sufridas en la campaña. Los batallones de Chile están los más a la mitad de su fuer– za y con bastante desgreño, esto no es fácil remediarlo, mientras no caigan en otras nuevas, las que aquí es imposible encontrar. En todo el ejército experimenta el orden y disciplina una notable decadencia, ya por la relajación en que vinieron los infinitos dis– persos que se fueron recogiendo, como por el abandono que en– tró después de la campaña en que todos querían llamarse a can– sados, asistiendo al servicio con la mayor indiferencia. Me han dado algunos mucho quehacer y aun no está asegurado el mejor orden, en cuanto al cuidado de Jos soldados y exactitud en el ser– vicio, pero paulatinamente se va consiguiendo, sin que haya ocu– rrido ni deba declararse novedad de consecuencia. Las pagas, por otra parte, están sumamente postergadas, pues no sólo no han abonado nada de los haberes que le restan del tiempo de la cam– paña. sino que va a concluirse mayo y falta mucho que cubrir del presupuesto de abril. En adelante, según observo, seguiremos con más escasez, lo que no deja de tenerme bastante disgustado; pues soldados sin socorros, sin vestuario, y aun sin útiles para hacer su rancho, como sucede a los de todos los cuerpos, no es posible mantenerlos con el orden y disciplina que se necesita. En cuanto al pueblo y campaña, se advierte la mayor tran– quilidad, creo firmemente que no faltan quienes deseen alterarla; pero en mi concepto nunca tendrían resolución para obrar, por que no se diga que han sido capaces de emprender algo. Entre la gente de peluca se nos mira generalmente con odio: se atiza la discordia, y sin duda tendrían el mayor placer si lograsen tras– tornar la administración actual; pero nada hay que recelar, todos siguen finnes en la resolución que han tomado y no es preciso más para contarse en seguridad. La administración tiene muy poco concepto en todas las cla– ses: es sumamente lenta y entre sí hay alguna división. El reme– dio es sumamente dit'ícil, porque por más que se busque, no hay de quién echar mano. Mi mujer creo que no se anima a venir, tiene muchos mucha·• chos, y el camino es muy largo y penoso, y además es meterse en gastos, que no son para militares sujetos a una paga inmiserable, es más sencillo que yo vaya y vuelva en un par de meses. En cuanto a enemigos nada hay. recibió un corto piquete que estaba en Chillán del oficial Noriega, y dió el recibo adjunto. Un

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