La expedición libertadora
266 impotente, todos los hombres sensatos lo desean y se lo propo– nen como asilo contra la persecución de estos gobiernos, cuyos desaciertos e intolerancia debe producir a la América un aumen– to de población y luces que ella misma quizás no se esperará, que se sepan aprovechar de los desaciertos de éstos, cuya conse– cuencia infalible es dar a aquélla infinidad de prosélitos. ¡La Europa! Esto si que representa un cuadro sorprenden– te e inesperado; cesó en ella aquel miramiento o hipocrecía con que los tiranos solían cubrir sus atrocidades, ya se han quitado la máscara, insultan a un pueblo que parece ha perdido su dig– nidad y se constituyen en lo que han titulado "Santa Alianza" para extinguir las luces y toda idea honorífica, y hasta las ins– tituciones más respetadas hasta ahora son en el día holladas por el despotismo. El pueblo inglés ve su carta magna violada por un partido ministerial que con insolencia insulta los principios de su liber– tad, y lo abruma con la carga de un ejército permanente, etc. La Prusia ha puesto a toda la nación bajo el código militar, y acalla con el sable las reclamaciones de los habitantes de Breslau. En Francia ocupa el lugar de los vencedores de veinticinco años, una facción de políticos que en todo aquel período mendi– gaban en países extranjeros y los mejores caudillos mueren por las disposiciones del abominable Wellington. España!!! En esto no hay que hablar pues no se sabe qué título dar a su gobierno, sus males son de una especie nada com– parables a los de otros imperios en su decadencia, siendo una clase de desorganización que no se puede tocar en particular pues el todo se resiente de los mismos males; y lo que es más espan– toso es ver morir en los suplicios a los Laseis y otros que han esgrimido su espada en defensa del tirano que entronizaron ¿y deberán los hombres libres reconciliarse con un gobierno seme– jante? Lejos de ellos unas ideas tan quiméricas. El general Gómez Freire y otros sufren en Lisboa la misma suerte de Laseis por la influencia con Beresford; éste es el pre– mio que dan los ingleses a los que les ayudaron a salvarse del poder de Napoleón!! En fin, am? todo es ya Asia, sólo la Amé– rica mantiene la esperanza de los hombres de bien, así pues, todos están obligados a fomentar su obra para bien de la humanidad que en caso contrario, quedaba sentenciada a una esclavitud ab-
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