La expedición libertadora
273 meter de improviso la capital de Santiago. Este es el plan según las combinaciones que han podido hacerse para penetrar las com– binaciones del gabinete tirano. Mas en esta capital el virrey y sus secuaces cuentan con toda infalibilidad con la victoria, pues a la expedición no le dan otro nombre que el de un paseo militar y los comerciantes disputan reñidamente la preferencia para enri– quecerse remitiendo azúcares y otros efectos y juzgan todo hecho antes de cuatro meses. Los m ismos buques expedicionarios que son de 11 a 13 van cargados de azúcares y llevan hasta chanca– cas y mieles. Entre éstos la fragata Esmeralda es la mayor en fuerza, pues es de 44 y los demás son armados en el conflicto. Si en el mar les acometieran tres o cuatro fragatas, desaparecería de un solo golpe el único apoyo y recurso que le queda al visir , porque van muy cargados de gente, la maniobra les es casi impo– sible y son también muy pesados . Para tan grande satisfacción no sólo calculan un feliz resul– tado por la fuerza física sino también particularmente por los muchos descontentos que se creen hay en ese reino y que al mo– mento que se les presenten se les pasarán y engrosarán al ejérci– to. Las mujeres, familias y parientes de los emigrados entran en cómputo. Entre éstas merece cuidado la mujer del oídor Caspe; y con certidumbre puedo asegurar que el mayor enemigo de nues– tro sistema es la francesa Enriqueta Leliget, mujer de don An– tonio Luis Pereyra . Por esta h embra, según noticias que he ad– quirido, han logrado en este gobierno muchas ideas, y ella no per– derá ocasión, aun con el mayor riesgo, de entablar y seguir co– municación con esta capital y su ejército. Cuidado, cuidados con esta mujer. Su marido por conocimientos prácticos que yo ten– go es el mayor intrigante que ha abortado España, es un consu– mado hipócrita, refinado egoísta y capaz de las mayores iniqui– dades. El ha entusiasmado al visir para esta expedición, dándo– le las intrucciones más prolijas y facilitándole un ventajoso re– sultado. Camina al lado de Ossorio, fué nombrado auditor de guerra y renunció el empleo con el objeto de que no se mortifique a su mujer y se halle ésta expedita para combinar medidas. Ardid contra ardid. Me parece que se avanzará con hacer que esta mu– jer firme instrucciones falsas, que puestas con arte en manos del marido fuesen capaces de servir de norma a Ossorio y trastornar sus planes. Recomiendo una y otra vez el influjo de Pereyra en el ejército real para que se sepa cuánto importa la intervención de su mujer . Acabo de saber que corre muy válida entre Jos comer-
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