La expedición libertadora
276 mento, quedando del todo descubiertos para cualquiera invasión. La pólvora es tan abundante que sin jactancia puede socorrerse a la Península, como ya se ha socorrido, y de tan buena calidad que supera a la mejor inglesa. Los demás pertrechos se hallan a proporción. En el Callao hay tres castillos. El de San Felipe que es plaza de armas se halla coronado de buena artillería, siendo de 36 la que corresponde al puerto, puede admitir hasta 3000 hombres de guarnición y la ordinaria es de 150, tiene víveres para seis meses aunque en el día se ignora si así sea, y lo dificufto por los gran– des gastos en otras atenciones; y puede también conservar agua en pozos para tres meses. El segundo es San Miguel que se halla por el lado del Lancón, a derecha de quien mira del puerto, tam– bién tiene artillería doble y como 8 o 10 piezas. El tercero, que llaman San Rafael, situado a la parte de la isla por la mar brava, tiene 4 cañones de a 36 a la flor del agua y se custodia por diez hombres de guardia como el de San Miguel. Si esta ciudad se halla, como se ve, tan decaída en su fuerza física en cuanto a sus recursos pecuniarios y fuerza moral toca el último punto de su ruína. El erario está exhausto y con arbi– trios muy violentos se ha podido medio habilitar esta expedi– ción, quedando el visir tan afligido, que como un miserable para mantenerse espera la ventura para mantener las pensiones. Yo creo que no tiene recursos algunos para cubrir el próximo tercio de sueldos de empleados y tropa, y no dando más del diario los al– cances son muy crecidos. Se han doblado las gabelas, se han gra– bado todas las fincas urbanas y rurales en un medio diezmo. El comercio ya no puede sufrir las repetidas y diarias contribuciones; casi se mira interrumpido el tráfico; ya no se conoce numerario, y los vecinos viven en suma miseria. Esta triste situación es tan no– toria que puede ser contestada con asombro por cualquiera que vea ahora a Lima, y antes la haya conocido. ¿Cómo puede creer que en este estado tan deplorable puedan levantarse seis mil hombres? La fuerza moral es ninguna y para el que medita es muy grande en razón inversa, esto es a favor de nuestro sistema. Yo considero a esta población dividida en cuatro clases. La una com– puesta de los naturales del país, débiles de espíritu por el clima, de carácter asiático, entregados del todo a Ja disipación que jamás han pensado en asunto ninguno serio y mucho menos sobre su actual situación. No pondero: si nuestro ejército estuviera seis leguas de distancia de esta capital, y el visir hiciera una corrida de toros.
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