La expedición libertadora

291 La mayor parte de Jos fusileros que componen la fuerza de éstos es de los desertores así americanos como europeos del ejér– cito real que descontentos con el ultraje y necesidades que tole– ran se han pasado, y otros de los que quedaron derrotados con La Madrid. El estado político del interior tiene a todos los pueblos en Ja mayor consternación por las contínuas y graves extorsiones que sufren, así por las contribuciones tan grandes, cuanto por el or– guHoso despotismo de estos cobardes que han venido de la Pe– nínsula, quienes no se sacian con plata ni con la sangre inmensa que han derramado, que ha habido ocasión que en la plaza de Chuquisaca en dos días consecutivos han pasado por las armas más de SO hombres y confinado y saqueado más de 40 familias; y en la de Potosí, después de infinitos, han sido ahorcados últimamen– te Plaza, Fuentes y otros cuyos nombres se ignoran e igual sen– tencia Je han dado al sargento mayor Morales, en quien por estar enfermo en un hospital no se ha ejecutado aquella, pero que para esta horda de bárbaros no hay distinción de clases ni de sujetos en tratando de desplegar su saña; así es que los prisioneros que están todos en las cárceles fueron sin auxilio alguno, salen enca– denados en un grillete a trabajar en obras puercas, sin sueldo ni ración, los que perecerían sin duda de necesidad si no fuesen so– corridos por algunos pocos que los compadecen, igu~.I suerte su– fren los infinitos de ambos sexos que están desterrados en distin– tos puntos: de modo que debe el gobierno tomar providencias que impidan esta inhumana conducta; mucho más cuando así prisio– neros como confinados que se hallan en los puntos de abajo son tratados con consideración. Todos los pueblos del Perú se hallan descontentos del pre– sente gobierno. Hay muchos patriotas. ¡Qué digo! En cada po– blación no se podrán contar diez que no aspiren al restablecí~ miento de nuestro sistema; los antiguos enemigos de nuestra cau– sa, los mismos españoles, si tuviesen una garantía de su seguridad, no dudarían un momento en subvencionarse a nuestras ideas. No es extraño, pues los furores de estos tiranos estrellándose indis-· tintamente contra todos han hecho conocer la gran diferencia que hay de un gobierno aristocrático a uno en que se respeta la ley y que la tienen depositada magistrados americanos, benig– nos y liberales, en cuya situación sería muy oportuno internar una fuerza respetable al mando del ciudadano benemérito Arenales, u otro en que concurran las cualidades militares y políticas, cono-

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