La expedición libertadora

336 De suerte que la única que merece más respeto, es la existen– te en Tupiza; pues 1as de las guarniciones ofrece mucha menos atención ya por haber seguridad de que se unirán a alguno de los ejércitos de la patria y ya por la imposibilidad que tiene el jefe de los enemigos para hacerlos reunir o irse reuniendo él con ellas. Las distancias a que se hallan unas de otras y la absoluta escasez de recursos que las oprime, decide esta verdad. a más de que de– ben excluirse desde ahora de los 5600 los 700 de la guarnición de Arica, porque todos ellos con sus jefes se unirán a nuestras ban– deras, del mismo m;odo que los soldados de Arequipa sea cualquie– ra la precaución que tome el brigadier Ricafort y demás oficiali– dad que los manda. El resto que resulta de 3900 hombres, cuando no fuese el to– do, lo sería diseminada la mayor parte por el interior hasta lograr la idea que han formado de unirse a nuestros ejércitos, como de– jo expuesto; en el concepto seguro que la capital de Lima no puede entonces prestar ningún auxilio de los 4400 hombres con que se ha– Jla; y aun cuando pudiese duplicar el número que es hoy su pri– mero y particular interés, median 260 leguas hasta Arequipa por tierra y por mar 40 o 50 días de navegación a los puertos de Arica o MoJlendo. Es verdad que a Lima le quedan muchos recursos de que dis– poner, pues las provincias más felices por sus riquezas, se hallan bajo su dominación; pero estos mismos recursos le serán cortados enteramente y quedará reducido el jefe de aquella capital a unas pequeñas ventajas de terreno y fortunas que le durarán también muy poco, verificándose lo que va a proponerse como único y se– guro arbitrio para afianzar la tranquilidad de toda esta parte de Sud América, siendo por su puesto de la aprobación de vuestra exce– lencia y de la de los supremos gobiernos de quienes felizmente dependemos. Una expedición que proceda de Valparaíso, compuesta lo me– nos de 5000 hombres que deben desembarcar precisamente en la caleta del morro, situada entre los puertos de Arica y Pacocha y cuando no sea posible hacerlo en ella que sea en éste último, es la que va a decidir en el momento de nuestra suerte contando igual– mente con que haga su movimiento hacia las provincias interiores del Perú, el ejército auxiliar, obrando en combinación con el que desembarque.

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