La expedición libertadora
348 dicho director, si un alto considerable que vió sobre la mesa del virrey, de la correspondencia del Aranzazu, sería sólo de éste, o si habnan otras comunicaciones posteriores de Sánchez. Se ha dicho, pues, pasada la vocing1ería de los primeros días, que éste quedaba en los Angeles, en la iuerte posición de la isla de Laja, en donde no se atreverían a atacario, y si lo emprendiesen, quedarían bien escarmentados: que con más de dos mil hombres que tiene, Je bas– ta para mantener inquieta la provincia de Concepción, tan r ealista, y para obligar al enemigo a mantener allí también una fuerza de tres a cuatro mil hombres, de los que debe perder cuando menos más de mi1 al año: que él no perderá ocasión de molestarlos y ha– cerles todos los daños posibles, y que con este intento despachaba o había despachado al famoso Zapata con doscientos fusileros y seiscientos indios para las cordilleras, a caer sobre Talca y quemar todos 1os almacenes, y haciendo que dijese que había sido intima– do por San Martín a nombre de la humanidad, para que evitase la efusión de sangre cediendo en una resistencia obstinada y temera– ria, por cuya consideración no había ht:cho avanzar sus tropas; a lo que había contestado que por los mismos sentimientos de huma– nidad no había él permitido avanzar a los indios sobre ia provincia de Santiago, como tanto lo deseaban éstos, y sobre cuya pretensión se le importunaba incesantemente, con el objeto de saquear y aso– lar todas esas pobiaciones, y por lo que hacía a la amenaza de San Martín, de hacer avanzar sus tropas, dijo el virrey a la audiencia en cuerpo que fué a felicitarle por estas noticias y llegada de su hijo: me permitirán v as. Sas. que les diga en sus propios términos, que se vaya el señor San Martín a ia m ... y que venga a atacarme cuando guste, que es lo que deseo. Que sin embargo de todo lo que se ha repetido del gran entusiasmo de los indios por el rey y por Sánchez, de su empeñosa cooperación a éste, de la gran fuerza de eilos, con que contaba, que escribe ahora dicho Sánchez, que no tiene más que seiscientos indios, ni quiere tener más, pues estos solos le dan más que hacer que el resto de su ejército. y necesita más para ellos que para éste, pues si a un cacique que le trae dos– cientos indios le da veinte vacas, otro que sólo trae diez quiere las mismas; que todo el día son peticiones y codeos, y sino camorras. Con todo, dicen que siempre que los necesite, en muy pocos días podrá reunir muchos miles de ellos, cuyo número hacen subir desde seis hasta catorce mil hombres. Por último, que escribe Sánchez, que aunque por su posición y fuerzas nada teme del enemigo. s;n em– bargo podría él acabarse por si mismo, por fal ta de auxilios con qué sosnener a sus soldados, a quienes al presente les estaba dando
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