La expedición libertadora
349 medio real diario y cuarta parte de sueldo a los oficiales, que no tenían un cigarro que fumar; que el vestuario se les iba acabando. y que para calzado se habían habilitado las ojotas. El virrey, con estas noticias, va a hacer salir en esta misma semana un buque que se cree sea el mismo pailebot, a auxiliar al gran Sánchez (a quien lle– no de entusiasmo llama hoy el baluarte del Perú, con cincuenta o cien mil pesos, municiones, ropas, tabaco, víveres, etc. JUNTA DE CORPORACIONES SOBRE ARBITRIOS En este estado la cosa, y cuando esperaba ver la conformidad o no conformidad del virrey con las sumas que ofrecía el consula– do, hete ahí que toma la palabra el santo arzobispo, y empieza un discurso que duró hora y media para probar que los porteños y chilenos eran herejes y que de consiguiente esta era una guerra de religión y por la religión. Dió allí noticias muy nuevas como que en Chile ya no se podía oír misa y que algunos buenos españoles que quedaban tenían que oírla ocultos y exponiéndose a persecu– ciones por sólo ésto. Descubrió una selecta erudición, probando que todo lo que allí se hacía, no era más que las perversas doctrinas de Voltaire y Diderot y sobre todo Montesquieu, quien enseña (según este sabio prelado) que el cristianismo es incompatible con el go– bierno republicano, porque nuestra santa r eligión manda la su– bordinación debida a las autoridades, y en estos gobiernos (entien– de S. E. I. que todos los gobiernos republicanos) sólo se obedece a las pasiones. Saltó a quejarse de algunos malos españoles liberti– nos que estaban mezclados y unidos a los cismáticos americanos como en Renovales (permita V. E. I. que Je interrumpa le dijo el virrey entonces, y esto ha llamado mucho la atención y curiosidad de todos). Cualesquiera que sean los motivos que hayan habido pa– ra sospechar y censurar la conducta del general Renovales en e! dia, estoy seguro por comunicaciones reservadas que está haciendo los servicios más importantes al rey y a la nación, que se publicarán a su tiempo. (Con este motivo se ha dicho que si el duque de San Carlos lo había ganado en Londres con un millón de pesos para ha– cer servir a la España la misma expedición que se preparaba para ayudar a los insurgentes.) Pero esto parece muy difícil ¿tan en la mano tenía Renovales la voluntad de todos los demás que compo– nían esta expedición y protegían la empresa? Y volviendo a nuestro caduco y perverso orador acreditado desde el año 10 que peroro
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