La expedición libertadora
359 magnífico y digno del mayor elogio. Pero por desgracia han desa– parecido esos días venturosos, y sólo habitan entre nosotros la mi– seria y la necesidad. ¿Para qué exponer a la vista este cuadro funesto y melancólico? El no haría sino aumentar nuestro dolor, lejos de presentarle algún lenitivo. Bastará decir que el tráfico interior se halla muy abatido por los malos caminos, la escasez de mulas y las enormes pérdidas sufridas por la revolución. El marítimo está paralizado por temor de los corsarios, y los grandes propietarios no pudien– do exportar sus frutos, están consumiendo necesariamente sus ca– pitales para no perecer. Se agregan a esta plaga un derecho que ja– más se ha satisfecho. Hablo de la subvención, consulado, patriotas y corsarios, del nuevo impuesto sobre el trigo, sebo. vino, arroz y sal. El 1 por ciento de alcabala y almojarifazgo. El 5 por ciento del producto líquido de los fondos urbanos y el medio diezmo de los rústicos: no es de omitirse la pensión de 10 pesos por el uso del coche y el 6 por el de la calesa. El impuesto se ha regulado siempre en todo país civilizado sobre el 5 por ciento del producto líquido de los fondos o ren– tas, no sobre el capital, porque jamás debe cortar el árbol pro– ductor para tomar el fruto; no sobre las cuatro partes del pro– ducto, porque son necesarias para el alimento del propio y la re– posición de capitales perdidos por el uso, o la mala estación a que se hallan sujetos todos los sublunares, según esta justa proposi– ción ofreció el excelentísimo e ilustrísimo señor arzobispo 10.000 pesos por ser su renta anormal, 50.000 pesos según el cálculo más abatido. ¿Cuál es aquel que goza entre nosotros igual renta? Y no ha– biendo como precisar a 50 hombres a la contribución de igual su– ma, casi todos los propietarios están exhibiendo esa quinta parte. Algunos pagan anualmente un 28 y 34 por ciento, otros añaden la paga de 1 ó 2 soldados. Si se añade la contribución de 10 ó 5000 pesos esta cantidad va a gravar nece~ariamente sobre sus capitales en perjuicio a la agricultura y demás ramos útiles a la sociedad. Recorro los campos de los alrededores de la capital y los veo lán– guidos y casi agotados por haberse destinado la mano cultivadora al servicio de las armas. De aquí el aumento del jornal del opera– rio; el abandono de la mayor parte del terreno; -el déficit de las rentas del labrador y el hambre que amenaza a esta ciudad. Esparzo mi vista por ésta y miro al propietario en continua lucha con el arrendatario porque no le satisface la merced prome-
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