La expedición libertadora
360 tida; al mercader, encorvado sobre el mostrador por las quiebras sufridas por la revolución, y las que teme del comercio clandestino. Al artista lleno de amargura por no haber materias de lujo en qué emplear su talento por la escasez de numerario en los propietarios. Al artesano, en fin llorando su miseria por la escasez de víveres y falta de un jornal; todas estas clases se mantienen al suoerfluo de los ricos y están empleados en sus servicios. Prívese a éstos de sus capitales y una ruina general amenazará al Estado. La contribución para que sea justa debe ser proporcionada a las fuerzas del contribuyente, sin esta proporción el beneficio será peor que el daño v el orden social no meioraría su condición. No hay en 1a ciudad esos 150 hombres o individuos sobre anienes pueda gravar la contribución de ese millón de pesos. El que se ore– sume rico apenas llena los deberes de padre, esooso v vasallo. Pues posee capita'les territoriales, pero car ece de la facultad del rev oara convertirlos en plata u oro. El comerciante es más bien consigna– tario de fondos europeos, y no verdadero propietario. El m;1voraz– ~o goza unas rentas escasas llenas de censos y r.ravámenes. El ren– tista. un salario corto para vivir: el mano muerta Pero dejemos en quietud al eclesiástico pues yanta de lo que canta; y sus rentas deberán destinarse más bien al seguro de cual– quiera contribución. que enumerarse entre los bienes contribuíbles. Para dar, es necesario tener. No hay esos 150 hombres que tengan 5 o 10.000 pesos como producto líquido de sus r entas. Así no puede lograrse por este medio el millón de pesos para socorrer 1as nece– sidades del Estado. Se designarán tal vez por la comisión secreta; fundados en vo– ces vagas, en cálculos inexactos, y en el lujo de algunas casas v fa_ milias; prueba más bien de la decadencia que de la riqueza de la capital. En ese caso, o habrá lugar a las excepciones de los que han de contribuir, o no. Si Jo primero: se trataría de justificar la falta de medios para contribuir por la multitud de familia, por el aumento de las ne– cesidades y por la disminución de sus fuerzas y rentas. Tendremos 170 expedientes en vez de un millón de pesos. Saldrá a luz la nece– sidad oculta y desaparecerá el crédito de otros tantos padres de familia. El disgusto y descontento serán la consecuencia funesta de esos procedimientos judiciales, y no se logrará el socorro del Estado, sino un pueril desengaño.
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