La expedición libertadora
370 el ataque según uno de los proyectos que manifiestan los planes números 3 y 4; quedando esta ciudad guarnecida con el cuerpo de los abogados y los vecinos de los barrios, que aparecen de la Gaceta que se acompaña con el número S. Muchos europeos te– men que el desembarco se haga por alguno de los puertos de In– termedios: dicen que de este modo harán los insurgentes que Are· quipa, Cuzco y Huamanga se subleven y tomen partido con ellos engrosando su ejército y llamando la atención del general La Serna, a quien en este caso suponen que atacará al benemérito general Belgrano. Otros temen el desembarco por Pisco; muy po– cos lo temen por el Callao o sus inmediaciones, porque creen que sus castilios a terra a los patriotas; y porque no pudiendo éstos traer caballería se exponían a ser derrotados prontamente u obli· gados a reembarcarse con mucha pérdida. Algunos pocos temen que se haga el desembarco p9r Lancón o Chancay: no obstante que el virrey por esa parte ha emprendido la abertura de un gran foso entre los cerros donde ha colocado baterías, cuya obra ha costado mucho dinero, aunque nada vale. El desembarco se ha esperado desde el mes de enero antes de que viniera la escuadra. Después que apareció la escuadra y se batió el día 28 del pasado, ya dicen muchos que no viene tal expedición; que el general San Martín se ha tenido que ir a Buenos Aires con sus tropas para acudir a la invasión que se teme de Abisbal; y otras cosas por este estilo. Se ha dicho por varios que hay carta escrita por el general La Serna en el último correo que dice hallarse San Martín en Buenos Air: s. Algunos pocos españoles piensan que de un día a otro se tengan noticias del desembarco. Los patriotas algunos lo han dado ya por hecho en el Atacama, otros en Cobija, otros en Arica: otros patriotas se han desconsolado con haber visto los buques de la escuadra, y no haberse hecho el desembarco creyen– do que ya no vendrá la expedición, o que vend1·á muy tarde. El virrey calcula que el general San Martín no podrá venir más que con cuatro o seis mil soldados; y aunque otros dicen y han hecho correr que la expedición se compone de ocho mil hombres, de diez y doce mil y hasta de catorce mil, creo que ni el virrey ni ninguno de los de sus secuaces se persuade que puedan venir tan– tos, aunque se cree, por otra parte, que el comandante de la An· dromaca, con quien tenía el virrey la mayor unión y confianza, le haya instruído con alguna individualidad. - Nota. En mi concep– to si no vienen lo menos diez mil hombres de línea y de todas armas, la expedición puede fracasar, o no surtir su efecto. Deben además venir otros diez mil fusiles para empezar a armar inme-
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