La expedición libertadora

371 diatamente que se haga el desembarco a cuantos verdaderos pa– triotas se presenten, según y como fuese avanzando el ejército libertador. Yo soy de opinión aunque no lo entiendo, por no ser militar, que si pudieran desembarcar con mucho sigilo tres o cua– tro mil hombres de buena tropa en Supe donde inmediatamente se asegura que se reunirán hasta doscientos hombres de los pe· queños pueblos de Pativilca, Barranca y Supe, por ser tan adictos que sólo por falta de armas no se han sublevado, y en donde se debe contar también con todos los víveres necesarios y hasta qui– nientos caballos; si se echase la voz de que el general San Martín no traía más gente que ésta, inmediatamente ocurriría el virrey a ese punto con toda su tropa; tendría que sacar del Callao la mayor parte. En este caso, cuando ya se considerase todo el tiem– po nuestro para que los dos ejércitos se avistasen, podrían hacer– se desembarcar por Pisco, seis u ocho mil hombres, con lo cual quedaría desconcertado este gobierno, pues no tendría gente que oponer por este lado y tendría que hacer contramarchar a la mi– tad de los que habían ido para el otro lado. En el mismo tiempo, poco más o menos, podría la escuadra bloqueadora cañonear y bombardear el Callao y aparentar un otro desembarco por allí. Dividida así la atención por estos tres puntos, sería horrible la confusión de los tiranos. Después podría hacerse que toda la tro· pa libertadora se reuniese en uno de los dos puntos del sur o del norte, que fuese más a propósito para seguir la marcha hasta la capital; para lo cual era menester escoger el punto más seguro para hacer el reembarco. Este no es más que un pensamiento muy en bosquejo, que sólo se escribe a mayor abundamiento, pues el general San Martín ejecutará un plan que sorprenda como el de Chacabuco y Maypú. El virrey dice, que no se mueve de Lima y que aquí espera a San Martín. 3~ La opinión de Pezuela y sus allegados, y de todos los em– pleados por el rey, es sostenerse a todo trance contra toda agre– sión: como que les va en ello el pellejo y la bolsa. Algunos han sospechado, que el virrey entrará en capitulación con San Martín si se ve apurado: pero ésta es una presunción y nada más. Lo cier– to es que él ha dicho varias veces que en poniendo pie en tierra la tropa de San Martín, se declarará guerra a muerte, y que no se dará cuartel a ninguno. Al despedir al chileno doctor Vial confi– nado por Mario, le dijo: dígale usted a San Martín que es un pí– caro, que estoy deseando que venga para cortarle las orejas; · que, no crea que me ha de engañar como engañó a Marcó, etc.; y otras cosas por este estilo. La opinión de los más de los godos es ayu-

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