La expedición libertadora

26 mayor parte de ella es enemiga del sistema; esta capital, la provin– cia de Coquimbo y guarnición de Valparaíso son indispensables pa– ra su seguridad en razón de ias facciones y demás atenciones preci– sas para su guarnición, como puertos marítimos, 2500 hombres; agregue V. E. las bajas que debe tener un ejército y vendrá a redu– cirse que sólo puede contarse con 3000 hombres disponibles para la expedición: esta fuerza no puede emprender ningún ataque for– mal sobre ningún punto de los del Alto Perú, ni menos sobre la capital de Lima; lo más que podrá hacer será reducir sus operacio– nes (previa la destrucción de la escuadra enemiga que no dudo se verificaría) a desembarcos parciales sobre puertos intermedios. Arequipa, Pisco, Guayaquil, Panamá y otros varios puntos; con es– ta operación se pueden suscitar sublevaciones, quitar recursos al enemigo y que este ejército y escuadra viva sobre las costas del mar Pacífico. Al antecesor de V. E . hice presente estaba dispuesto a encargar– me de la expedición sobre el Alto Perú (no obstante el mal estado de mi salud) con los auxilios que debía facilitarme y de que V.E. debe tener conocimiento: éstos no se han verificado; los que de– bía proporcionar este Gobierno tanto en el número de la fuerza, que creo es necesaria, como en Jos demás artículos pedidos y que van relacionados, tampoco se han proporcionado ni pueden pro– porcionarse por Ja escasez de numerario; en esta atención no creo que mi persona sea tan interesante, supuesto que el plan proyee– tado varía enteramente y que Ja tal cual opinión que he adquirido en razón de las circunstancias favorables que la casualidad me ha proporcionado en mis campañas, sólo podía ser útil para expedición formal pero no para la especie de hostilidades que anteriormente he propuesto y que son las únicas que pueden adaptarse. En estas circunstancias y en las de que absolutamente mi salud no puede so– portar los trabajos de una campaña dilatada, suplico y pido a V.E. se sirva concederme una licencia para pasar Mendoza, a fín de reponerme de mis males en el supuesto de que mi vida peligra si así no lo hago. El señor General Balcarce puede desempeñar mi encargo a satisfacción de ambos Gobiernos, cuyos servicios y conocimientos son demasiado conocidos a V. E. y seguir el plan de operaciones que las circunstancias permiten y que consecuen– te a ellas le dejaré mis instrucciones. V. E. esté persuadido que el partido que tomo, no es hijo del comprometimiento público en que me hallo, y aunque conozco que los ojos de Ja Europa y la América están pendientes sobre mí, y sin duda alguna creerán que la inacción de las fuerzas que man-

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