La expedición libertadora

389 tratar con los comisionados de La Serna, de los que fué uno un mon– tañés Cotera, proveedor del ejército real, sobre el modo unirse a este partido para el que Güemes no encontraba más obstáculo en aquella provincia, que unos Figueroas muy patriotas y que tenían allí grandes partidos. Que el resultado de esta conferencia, fué que Güemes se man– tuviese bajo el mismo pie que había estado hasta allí, dando los avisos que juzgase oportunos, impidiendo las hostilidades y co– rrerías en aquellos partidos, y ofreció además que no permitiría entrar en las provincias de Salta un soldado de Buenos Aires, y que luego que Laserna o el general que tuviese el mando creyera conveniente, y avanzar por suponer la gran expedición sobre Bue– nos Aires, entonces le auxiliaría con toda la caballería. Que estas transacciones han existido no hay la menor duda. y que con la no– ticia y esperanzas estaban nuestros enemigos llenos de gozo; pero ese gobierno es quien debe saber si todo ésto era una tramoya y ardid de Güemes, de acuerdo y con inteligencia suya, o si ha sido ésta una infidencia y negra traición de dicho Gi.iemes. Al mismo tiempo que el ejército real avanzase por el Tucu· mán, debía obrar sobre Chile una expedición de diez mil hom– bres, compuesta de tres a cuatro mil que debían venir de Cá– diz con los navíos, y el resto de esta guarnición y del oue se llama ejército de reserva de Arequipa. Todo al mando de La Serna, a quien se le había mandado viniese (sin aguardar la llegada allí de su sucesor Ramírez) dejando el mando a su segundo, el brigadier Canterac. Este plan de ataque de Chile ha sido concertado absolutamen– te, desde el momento que aquí se dijo que ya no venían tropas, sino sólo los navíos, pues se contaba con ellas como necesarios para hacer la expedición sin temor ni riesgo del ejército. Después que se han perdido también los navíos, no sé qué se les pueda ocu– rrir todavía ese pensamiento, sino es en los paraísos que el San Telmo haya podido escapar sin timón en los 62? y que llegue to· davía al Callao, y que de Cádiz con el arribo del Alejandro, man– den al navío Guerrero como pronostica, o más bien da por hecho, este virrey. La guarnición de Lima, sin embargo de todas las providien– cias tomadas para aumentar la fuerza de los cuerpos, nunca ha pasado, ni aun llegado a mil hombres. a pesar de haber entrado en esta capital el batallón Numancia, que vino de auxilio desde

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx