La expedición libertadora

392 mas, para Huacho. Se podrá concebir la fuerza que habría en esta capital, en donde estaba ya haciendo todo servicio la Concordia, y con qué tropas habría podido el virrey acudir a un otro punto, adonde los patriotas hubiesen amagado o verificado un desembar– co, sino es que tuviese que abandonar el Callao a discreción de los bloqueadores, lo que era bien duro, y si dividía sus fuerzas pa– ra defender uno y otro punto, ni uno ni otro serían bien defendidos. Sé que el que ha escrito varias veces, es demasiado tímido y ha tenido y tiene hoy el sentimiento, de que seducidos por el apa– rato de actividad de las providencias y medidas de este gobierno para aumentar sus fuerzas, y por el gran temor de que la expedi– ción de Chile se malograse, y el conocimiento de las futuras conse– cuencias de un mal éxito, que puede tener en las diversas ocasio· nes que escribió a Chile sobre el particular, al secretario E., como en algunos apuntes que dió al suplente V. a dar una idea demasiado importante y exagerada, de las fuerzas que podía oponer este go– bierno, y hoy dice, le sería de un eterno dolor que éste hu– biese podido contribuir a detener las operaciones y progresos de la patria también entonces le parece al mismo un proyecto execrable, el de inventar trastornar este gobierno, proclamando la libertad de los negocios; que ese gobierno puede bien tenerla por impolítica o por innecesario, pero, si en el día la intentase dice, -la tendría por una operación muy justa y sin riesgo. Sin riesgo, por el corto número de negros, respecto de las otras clases de la población, como se manifiesta por los censos de este virreinato; y justo, y a respecto de este gobierno, contra el que todo, sernos permitido, y a respecto de sus dueños; ¡qué due– ños! ¡qué limeños! El mismo ha sido constantemente su defensor y abogado, queriendo que se tuviese indulgencia con su debilidad, y aunque se capitulase con todas sus preocupaciones; pero. en el día se tiene ya extractado hasta el último punto de servilidad, Y estamos de acuerdo con los infinitos, que les son enemigos. Creo que Lima, no merece una entrada a lo San Martín, sino a lo Bo· Iívar, y que verdaderamente se debe entrar a degüello, y exterminar casi toda la generación presente para mejorar la venidera, lo que no concibe pueda lograrse, sino con escenas horriblemente trági– cas, y capaces de sacudir y sacar a esas gentes envilecidas en su letargo y molicie. No cabe, el ver que unas gentes incapaces de hacer el menor esfuerzo por la libertad, y tan cobardes, sin em– bargo, a la voz del bizarro su amo, se presentan en las filas y ha– cen su oficio como valientes, y ésto, contra los mismos que vienen a ser sus libertadores y bienhechores. Irrita ver su aire de triun-

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