La expedición libertadora
408 a cuanta luz se apetezca la infinita adhesión de toda la costa, que es lo que en este capítulo me he propuesto. Vamos a ver ahora a la capital. Mientras que aquellos indivi~ duos ostentaban sus servicios para por ellos hacer ver su adhesión, Lima, o sus habitantes se disponían a remarcar los suyos que antes habían ya ejecutado. En efecto; apenas llega la Escuadra cuando un gozo desconocido se apodera del corazón de todos. ¡Qué alegría, qué placer! cuando ven a los comisionados. Los principales y el pueblo se encargan de las proclamas y papeles en el acto, cual de regalos, cual los dá a otros amigos; unos a sus conocidos para que se extiendan mejor, otros con ellos se exponen a mil precipi– cios; aquel pelea por los libritos, este otro por las proclamas, aquel también por las Gacetas, en fin, esto fue hecho de tal modo, que en un momento ellos lo practican todo, dejando a los comi– sionados absortos y sin tener nada que hacer. Los grandes y de po– sibles cuando ven a los dos días después la firma del Libertador ¡con qué satisfacción no muestran su acatamiento, tributando de 8 hasta 10,000 pesos a los comisionados, que se hubieran hecho de ciento, a no habérseles conocido sus torcidas intenciones! Pa– rece que no era posible esperarse mas; Lima no pudo haberse dado a conocer mejor; y siendo todo esto tan constante como evi– dente ¿no es verdad que jamás se esperaba ni mas adhesión ni tan infinito patriotismo? pues bien: probada así esta extremosa ad– hesión, este comprometimiento, vamos a ver el pago que se les ha dado, lo que se hace y se ha hecho. Viendo pues todo el Perú tan cerca ya el cumplimiento de sus esperanzas que tanto tiempo ha deseaban, no apetecían otra cosa mas que el ser de una vez felices; cada uno hace sus disposicio– nes a su manera (5) para cuando llegue el caso, echan el cuerpo al aire, como dicen, se quitan los mas la máscara que hasta en– tonces por conservarse tenían, y desafían al mundo, a Jos hombres y a este gobierno. Así había puesto a los hombrés la creencia de la Expedición; cuando a este placentero tiempo, le sigue una ne– blina densa que llega a opacarlo todo. Sucede lo de Huaura, re– miten por eso tropa del Rey a la costa. En este intermedio se ven reunir a la Escuadra dos buques, este refuerzo reaseguraba mas su existencia, y daba mas crédito a nuestra esperanza. Sabemos que (5) Creo que se dejó entender mi expresión. En tigres se habían con· vertido todos por acabar con este Gobierno y con los de su facción. Mas hoy, juntándose los comprometidos que se hallan todos con el resentimiento que tienen con esos Estados que en mi ver es justo, están hecho fieras; y no esperan mas que un pequeño respaldo y el aviso de que es la hora del degüello; a lo que seré yo el primero.
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