La expedición libertadora

452 los sargentos, cabos y soldados se transformaron repentinamente en oficiales, y hubo un gitano cabo segundo de talavera, y fué hecho oficial de un cuerpo de caballería (los carabineros) por la razón que alegó, de que el rey hacía nobles a todos los que venían de España, desde que pasaban el cabo. Si sobre esto quieres sa– ber más de lo que has leído, pregúntalo en secreto a los emigra– dos que hallares en Lima, y ellos te dirán que no hubo oficina en Chile que no viese caer a los americanos: que en las cajas principales sólo quedaron los contadores de moneda, porque no sabían desempeñar este ejercicio los que sólo habían contado cuartos y ochavos: te dirán que habiendo pretendido Espond:i se le confirmase tesorero de la aduana en premio de unos azotes que recibió en la plaza, Fernando el ingrato, por orden reservada, manda se le proponga para otro empleo inferior, y que se haga la mojiganga de llevar el azotado al rollo y cubrirlo con las ban– deras reales¡ sin duda para que los azotes se tuviesen por no dados. No ignoro que vuelto Fernando a España, lograron al– gunos americanos ser atendidos sin derramar tantos miles como :tntes era preciso, pero esto fué obra de las circunstancias, y du– raron poco. El mejicano Lardizábal era ministro de Indias y miró por sus hermanos. Proscriptos los liberales y los afrancesados, yacaron casi todos los empleos, y había pocos serviles para llenar los de España, y aun menos para los de América. Se quería tam– bién cortar el vuelo a la independencia buscándose entre los co– lombianos ahijados, padrinos y hechuras, pero así que se supo en la corte que todo Chile estaba aherrojado, se varió de política, y hasta se pasó orden a la cámara de Indias para que en las va– cantes de la audiencia de Chile no se propusiesen americanos, se~ gún escribieron sus apoderados en la corte a dos pretendientes, que existen en la cap ital de esta república. Cuando yo he sabido en Chile estos y otros hechos de que se podrían hacer una tragicomedia, he creído ver el dedo de Dios so– bre cuantos han cooperado a esclavizar la América, o se han opues– to a su libertad. ¿No te admira que de tantos como vinieron a la conquista, raro fué el que murió de muerte natural? Los principa– les caudillos quedan sin premio. Colón se vió sin honor y sin li– bertad. Cortés vaga de prisión en prisión. Pizarro fué víctima de resentimientos. Valdivia muere a manos de Caupolicán: y tu sabes cuál es la suerte de Pareja, Sánchez, Gainza, Osorio y Marcó, y sa– brán en breve la de Pezuela. Si he dejado de correr la pluma sobre este capítulo de tu carta, es porque las acusaciones vagas son fáciles de hacer, como difíciles de refutar; es porque la gratitud me empeña a vindicar a

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