La expedición libertadora
455 reconvención que había olvidado. ¿Por qué te desbocas contra el incomparabie Cochrane, y me acriminas sea capellán de la escua– dra de su mando? ¿No sabes que la desecha expedición española sobre el Río de la Plata traía por Almirante al honorable Fleming? ¿Ignoras que el lord Wellington fué generalísimo de las tropas de España, y que a sus órdenes estaban los regimientos católicos con sus vicarios y capellanes? De tu Fernando se puede decir me– jor que del archiduque Carlos en Madrid: que es rey católico por la grac'ia de los herejes. La escuadra de que soy capellán mayor está tripulada por hijos de Chile católico-romanos, y muy pocos de otro país. Si és– tos han cometido una u otra falta en los desembarcos, no lo atri– buyas a herejías, sino a un calor irreflexivo, que no obscurecen nuestras glorias, como no obscurecen al sol las manchas que le han visto los astronómos. El gobierno de Chile y el vice-almirante han desaprobado altamente, y han castigado con severidad cual– quier tropelía de que han sido avisados; así es que en el asalto y ocupación de Valdivia se ha notado la decencia y humanidad, que habrás leído en los oficios y plácemes de aquel vecindario dados a la gaceta. Bien es verdad que el pueblo, cansado de sufrir la ra– pacidad y altanería del Cantabro, recibió en palmas a sus liber– tadores, y ésto contribuyó a que el ímpetu marcial cediese a la religión y fraternidad, que desmerecen los que se oponen obsti– nados. El saqueo de lo más sagrado por los 100 sacrílegos que fugaron, hizo que la plaza principal se levantase en masa contra ellos, llamase en su auxilio nuestras fuerzas, y derrotase última– mente en Osorno a los 400 engañados que osaron acercarse. Si no te acallan estos hechos, avergüenzate al menos, y com– páralos con los que han practicado las hordas esclavas de Fer– nando. El pueblo de Talcahuano llora todavía el saqueo y muer– tes en que lo envolvieron la Sabastiana y el Potrillo, y el templo aun no está bien purificado de las abominaciones que sufrió. En Lima tienes a Sánchez el bailarín de Chillán y general por testa· mento (1). Este torpísimo gallego se llevó en su fuga cuanto ha– bía en sacristías y templos; y contra las órdenes del provisor, arranca a las monjas de su asilo y las hace marchar entre obscenos cantabros. Horroriza oir a los pasados y prls'ioneros cuanto han su– frido aquella esposas de Jesucristo para conservar su pureza. Iba a referirte las carnicerías que decretó aquel bárbaro, pero son demasiado públicas, y hablarán con más sensibilidad las ruínas (1) Pareja, en su memoria testamentaria, le nombró general para que le sucediese en el mando.
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