La expedición libertadora

469 mido, más inclinada a gozar de lo presente, que a pensar en lo futuro, ella será indiferente a todo lo que no hable fuertemente a su imaginación, a sus necesidades y placeres actuales. Así que deben tener presente los comisionados que el camino más seguro de llegar a la cabeza es empezar por el corazón; 14? Ninguna medida será más fructuosa que la de sembrar diestramente la discordia entre los mismos españoles, jefes y ami– gos de Pezuela. Todo pasquín que se haga, toda especie sospecho– sa debe dirigirse a este objeto y ponerse en boca de una de las fracciones o partidos de ellos mismos apoyando siempre con las mayores verosimilitudes todas las ventajas o desventajas, las sos– pechas o debilidades del partido contrario . La sátira y el rídiculo son los medios más eficaces a este efecto; 15? Por una razón contraria. toda idea, toda especie que di– vida a los patriotas de Lima o a éstos de los de Chile o Buenos Aires sería más perjudicial que una derrota. Los españoles han conocido esta arma ofensiva, y hace tiempo que la usan con algún suceso. Por tanto, bajo la más alta responsabilidad se encarga y conjura a los comisionados no sólo a no usar sino a disipar toda idea opuesta a los principios y designios que anuncian mis proclamas; 16? Toda medida violenta es sin duda peligrosa, pero si se hace necesaria, es igualmente sabia. En cualquier caso tiene la ventaja que no puede ser indiferente, máxime en un país donde más bien debe pecarse por irresolución; por lo que si ella es bien concertada puede ser decisiva. Así es de observar que todo paso que se dirija a destruir la añeja habitud del respeto religioso con que han sido mirados en Lima los empleados españoles será un gran avance en favor de la revolución. El Pueblo jamás se empie· za a mover por raciocinio sino por hechos. Que vean algunos ejem– plares ruidosos en los oidores y otros empleados y es más que seguro que tales espectáculos elevando de la molicie, empiezan por hacer reir, siguen por hacer despreciar, y acaban por com– prometer; 17? Toda conmoción popular tiene tres tiempos difíciles. En los momentos antes de la ejecución se suele pecar por impruden– cia, en el acto de la ejecución por debilidad, y en los momentos posteriores por nimia o necia confianza. Por consiguiente, es fácil advertir que jamás deben dirigir un plan de revolución sino las personas más precisas y decididas, siendo el secreto su único mis– terio. La multitud o parte ele ella preparada de otros modos, y co·

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