La expedición libertadora

496 pronto auxilio, y las ventajas que de él se seguirán en la América dei Sur, coadyuye, si es posible, a que abreviéis la expedición Ji_ bertadora, que tantas veces nos habéis prometido. Esta ha sido afio y medio hace la esperanza del Perú, y en ella sóla confía este suelo para adquirir su libertad e independencia . Vuestras prome– sas han animado a los débiles, entusiasmado a los decididos, y llenado de espanto a los tiranos; y ellas son las que, realizadas, inmortalizarán vuestro nombre, y fijarán vuestra suerte y la de toda Ja América del Sur. El vasto imperio del Ferú, hecho el campo de la depredación desde la conquista, ha sido manejado por la J?Olítica española ·Co– mo una heredad de que debía sacarse todo el lucro posible para la península: se ha cuidado, por consiguiente de apartar de él, to– do arbitrio y ocasión que contrariase a los intereses de la España. Población, cultivo de las artes, comercio, ilustración, mutua ca– ridad, virtudes sociales y morales, nobles sentimientos todo se ha tratado de intento de destruir; no fuese que por alguno de estos principios vacilase la dominación, y perdiesen los espafioles la propiedad de posesión tan rica. Nadie habrá que, recorriendo la historia del Perú, no esté convencido de la grande población que hallaron en él los espa– ñoles, debida a la sabia e inimitable economía de los incas, y su paternal gobierno. Sin ésto, los monumentos de su agricultura e industria, que se encuentran a cada paso, lo persuaden hasta la evidencia. Los bien dirigidos aqueductos, los andenes y semente– ras formados en los montes y regiones más frías y estériles, las ruinas y antiguos pueblos, los magníficos edificios que admiran a los viajeros, todo nos presenta un reino que, sostenido por el buen orden, abundaba en brazos laboriosos. Los españoies, mirando en cada indígena un enemigo, se pro– pusieron reducir su número al precisamente necesario para ex– traer del seno de la tierra el objeto de su ambición; y así es que, como los egipcios a los israelitas, abrumaron a los miser ables in– dios con cargas superiores a sus fuerzas, y sufrimiento. Con la publicación la proclama siguiente. Toda ella respira el patriotismo más acendrado, el odio más profundo a la tiranía, y los deseos más vivos de qu" se realize la expedición libertadora, como el único medio de asegurar la independencia de toda la América, y de promover la riqueza y la felicidad de toda ella. Si a estas consideraciones se agrega la de los temores que cer– caban por todas partes al autor de este interesante papel al tiempo de su composición, la del peligro que corría de que fuese interceptado en su re· misión, y la de la suerte funesta que le prepararían los tiranos si llegasen a descubrirle, estamos seguros de que el público. haciendo justicia al mé– rito de la acción y de la pieza, la recibirá con el mayor placer.

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