La expedición libertadora
498 nuestras pasiones, y morir en la ignorancia, y en el anonadamien– to. Sin estímulo para ejercer nuestras naturales aptitudes, con que a pesar de la España, nos ha dotado el clima, ni el labrador ha cultivado el campo con método, dedicación y sistema; ni el ar– tesano ha desenvuelto sus habilidades; ni el comerciante ha po– dido ser más que un mercachifle ratero. ni el ingenioso ha salido jamás del enfadoso ergotismo, y especulaciones ideales. ¿Qué co– mercio, qué marina, qué academia, qué establecimientos de bellas artes, y ciencias prácticas se han GOnocido entre nosotros para de– dicar nuestra juventud a la carrera que eligiese su inclinación, y a que la llamasen sus talentos? ¿Qué destino podría dar un pa– dre a cuatro o cinco hijos que tuviese, si recorriendo todo el hori– zonte civil del Perú, no hallaba colocación en que emplearlos? Si los españoles mismos nos habían infundido su quijotismo, las ideas de caballería, el desprecio de las artes, y el odio a todo lo que no es noble, y se llama decoroso, ¿cómo podría fomentarse en– tre nosotros la agricultura, y demás ejercicios que nos hiciesen laboriosos, y útiles a nosotros mismos? De aquí nuestra juventud pervertida desde los tiernos años, disipadora de los bienes pater– nos, encenegada en todos los vicios ruinosos al dinero y a la sa– lud, enemiga del trabajo, imbuída en preocupaciones que nos han distraído y desmoralizado. De aquí la molicie, y afeminación en unos pueblos, el quijotismo en otros, la rusticidad en lo más, y el egoísmo, debilidad e ignorancia en todos. Es verdad que sólo el Perú ha adolecido de estos vicios; ellos con poca diferencia han sido transcendentales a todas las posesio– nes españolas. La política de éstos exigía cimentarios en la Amé– rica, para que faltando las luces, y el carácter, no pudiese jamás separárseles. Pero en ninguna de las colonias, parece que se ha– bía radicado tanto como en el Perú la ignorancia popular y el aba– timiento de sus moradores. Obsérvese que en este reino, no obstante su grande población respectiva a los demás países de la América meridional, los es– tablecimientos literarios de Lima, Charcas y Cuzco, sus preciosas producciones en los tres r einos de la naturaleza, principalmente el mineral y animal, y su natural perspicacia en toda clase de in– dividuos, la juventud ha sido siempre notada de propensa al ocio, y disipaciones, la industria sumamente débil, los estudios estéri– les, inseparable en los blancos la idea de caballería, los indios po– seídos del más bajo encogimiento, ignorantes de todo, y aun del idioma dominante, excluídos de hecho de representación civil y de relaciones sociales, y destinados como bestias únicamente al ser– vicio y toda clase de trabajo.
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