La expedición libertadora

502 te las minas, destruyéndose Jos medios de trabajarlas, y cortando los brazos que extraen los metales, será un país del todo inútil para sí mismo; y para sus circunvecinos: reduciéndose su pobla– ción a un número respectivamente pequeño, se extinguirá la in– dustria, se perderá el cultivo de los campos, perecerá el comercio, faltará del todo la civilización, y hechos salvajas por estos mismos principios, retrocederemos al estado de la infancia para no poder ser independientes. Ya se va en efecto resintiendo el triste resultado de la opre– sión. Las minas se hallan en su mayor parte abandonadas, la labran– za flaquea, el comercio es más penoso que lucrativo, el estudio de las ciencias se mira como una profesión estéril y nada provéchosa: se encuentran no sólo pueblos pequeños, sino grandes ciudades sin artesanos de los ramos de primera necesidad, pues perseguidos por los reclutamientos, o profugan de sus países, o sucumben a la fuerza que los obliga a tomar las armas. Esta es la mayor gue– rra que nos hacen los tiranos, pues con ella se destruye la pobla– ción; y faltando ésta, es consiguiente el exterminio nuestro. Mientras que los moradores del Perú no sean auxiliados para romper las cadenas, Buenos Aires y Chile serán privados de las utilidades de su comercio; ellos tendrán que exportar sus produc– ciones a países distantes con disipación del tiempo, con un giro tardío y tal vez poco útil, mientras que abiertos para los dos es– tados los puertos y plazas del Perú, no necesítan sino dar un paso para expender lo que tienen, adquirir lo que les falta, y hacerse de dinero; de dinero, sí, que siendo la sangre del cuerpo político no pueden conseguirlo de otra nación, ni de otras minas que las del Perú. Bastante Jo acredita la experiencia, pues por la falta de co– mercio con este reino ha desaparecido casi de Jos estados inde– pendientes este móvil y agente general de todas las operaciones y empresas, debiéndose a su escasez el entorpecimiento de las mar– chas, y expediciones, la imposibilidad de levantar los ejércitos ne– cesarios, y de entablar y sostener relaciones y negociaciones con las potencias. Téngase al Perú y sobrarán recursos; crecerán al infi– nito los artículos de comercio activo externo, se hará vivamente el tráfico de las provincias, se fomentará la minería, y tendremos un atractivo para que Jos extranjeros nos conduzcan buques, armas y tropas, si fuese preciso, para nuestra defensa y seguridad. Entretanto el Perú se halla dominado por los españoles, las provincias de la Unión, y Chile tendrán un enemigo poderoso que los incomode de cerca, que les prive de recursos, que retarde su independencia, y haga tal vez con el tiempo vacilar su seguridad.

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