La expedición libertadora

503 El es un enemigo doméstico que pelea no solamente con las ar– mas, sino también con la intriga, que acecha sin cesar el menor de~cuido de los dos estados para acometerlos, y que con cualquiera contraste que estos sufran, aumenta su fuerza moral por cuanto desmaya en los peruanos el entusiasmo por la libertad. Siempre qu:: en el Perú no haya atenciones de guerra, los ti– ranos reunen los recursos para hostilizar a los independientts, tie– nen un reino entero en que situar tropas expedicionarias y del país, se eterniza la lucha; y la libertad de Chile y Buenos Aires se hace más cara y tardía que lo debía ser por un orden r egular. Al contrario, viniendo la expedición de Chile, se entabla la guerra en el centro del Perú, ésta tomará vuelo en defensa de la patria, si no en todas en las más de las provincias, y aumentán– dose las fuerzas de la expedición con los peruanos mismos, se pondrá en estado, o de destruir enteramente al enemigo, o aislar– lo en posiciones desesperadas: se le privará a éste de los contin– gentes con que sostiene las tropas, convirtiendo a la causa de la libertad las provincias que los contribuyen. Entonces llamándolos más imperiosamente los riesgos de la retaguardia, retraerá de Chi– le y Buenos Aires las hostilidades que ha cometido en la época de la revolución; hará el Perú guerra a sí mismo sin poderla hacer a los independientes, quienes libres de tan odioso rival pueden contraer sus miras tranquilamente a los objetos de mayor conve– niencia para sistemar la libertad general. Venga la expedición, y el Perú será libre: los déspotas no po– drán resistir la fuerza de Ja convulsión de las provincias, cuya cal– ma únicamente los sostiene: ellos sucumbirán al solo impulso del asombro que les cause la idea del movimiento. De nada les servirán las tropas de presos con que han formado su ejército, és– tos a la vista de un asilo contra su esc 1 avitud abandonarán las ban– deras que siguen encadenados por la fuerza, y más breve de lo que se piensa se hallarán los generales españoles sin soldados, ni di– nero, y sin puntos en qué fijar sus sangi narios pies. Si, ellos pe– recerán oprimidos por la muchedumbre, el valor y el entusiasmo, y consumidos del hambre, y del anonadamiento. En tal caso haga España los esfuerzos que quiera, mande Fernando a Jos Morillos y O'Doneles juntos, trame el león con sus furiosos rugidos, su eco ronco y descompasado será el de su propio desfallecimiento, sus feroces garras no podrán herirnos, pues em– botadas por la espalda del americano apenas tendrán valor para cavar los cansados terrenos de la Península. El Perú libre hará temblar a los españoles, y cuando su orgulloso despecho los pre– cipitara a invadir a cualquiera de los tres estados el Perú tiene gen-

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