La expedición libertadora

506 PROCLAMA DEL GENERAL EN JEFE DEL EJERCITO UNIDO DE LOS ANDES Y CHILE, A LOS HABITANTES DEL PERU (Santiago de Chile, 13 de noviembre de 1818) (515) A los limeños y habitantes de todo el Perú. El excelentísimo señor don José de San Martín capitán general del ejército unido de los Ancles y Chile, gran oficial de Ja legión del mérito, etcétera, etcétera, etcétera. Paisanos: Para dirigiros mi palabra no sólo me hallo autorizado por el derecho con que todo hombre libre puede hablar al oprimido. Los acontecimientos que se han agolpado en el curso de nueve años os han demostrado los solemnes títulos con que ahora los Estados independientes de Chile y de las Provincias Unidas de Sudamérica me mandan entrar en vuestro territorio para defender la causa de vuestra libertad. Ella está identificada con la suya y con la causa del género humano; y los medios que se me han confiado para sal– varos son tan eficaces como conformes a objeto tan sagrado. Desde que se hizo sentir en algunas partes de la América la voluntad de ser libres, los agentes del poder español se apresura– ron a extinguir las luces con que los americanos debían ver sus cadenas. La revolución empezó a presentar fenómenos de males y de bienes, y en consecuencia de su marcha, el virrey del Pe1ú se esforzó en persuadir que había sido capaz de aniquilar en los ha– bitantes de Lima y sus dependencias hasta el alma misma para sentir el peso e ignominia de sus grillos. El mundo escandalizado en ver derramada la sangre americana por americanos entró a du– dar, si los esclavos eran tan culpables como sus tiranos, o si la libertad debía quejarse más de aquellos que tenían la bárbara osa– día de invadida, que de los que tenían la necia estupidez de no defenderla. La guerra siguió incendiando este inocente país, pero a pesar de todas las combinaciones del despotismo el evangelio de los derechos del hombre se propagaba en medio de las con– tradicciones. Centenares de americanos caían en el campo del ho– nor o a manos de alevosos mandatarios; mas la opinión fortifi– cada por nobles pasiones hacía sentir siempre su triunfo; y así el tiempo regenerador de las sociedades políticas acabó de preparar

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