La expedición libertadora

65 armamento, y municiones, algunos útiles de parque, armería, maes– tranza y hospitales, víveres de toda especie que puede dar el país, suficientes buques de guerra. pero no los transportes necesarios. En este concepto es indispensable aumen tar las tropas, y pro– porcionalmente todos 1los aprestos que se estimen precisos a realizar la expedición. ¿Pero cómo entrar en una obra que pide urgentes erogaciones, cuando absolutamente no tenemos dinero? Supóngase que para adquirirlo nada se dispense, y que se realiza– sen los últimos arbitrios; aun así nada conseguiríamos, y queda– ría siempre un inmenso vacío que no alcanzan a llenar los conatos, ni la sangre misma de todos los chilenos. Aun las fuerzas con que contamos hoy están al borde de desaparecer por falta de numera– rio. Una ligera ojeada sobre los fondos del país demostrará la te– rrible verdad de esta aserción. Reducidos los ingresos de Chile a poco más de un millón anual de pesos producto de la amonedación, y de su limitado tráfico mer– cante, era indispensable arruinar a todo capitalista para ocurrir a los dispendios enormes de una guerra de seis años cuya dura– ción habiendo presentado épocas favorables a nuestros enemigos, también les dió aptitud de cebar a la vez su voraz rapacidad en las casi arruinadas fortunas de todos los chilenos: de una guerra que ha tenido separado de la dependencia de la metrópoli la mitad del territorio nacional, que ha causado la ruina de provincias enteras, excitando espantosas y repetidas emigraciones, alimentándose a costa del país mismo respecto de ambos partidos beligerantes; y que ha arruinado el comercio, la agricultura y minería; de una guerra en fin para cuyo fomento el numerario del país ha pasado rápidamente a manos del extranjero por medio del comercio li– bre, arbitrio por ahora destructor de nuestras fortunas, pero tam– bién el único que podía darnos elementos para crear y mantener nuestos ejércitos y escuadra. De todo ha derivado la parálisis que infelizmente se observa en la circulación, el estado de quiebra y nu– lidad a que se ven reducidos los fondos públicos, y la casi impo– tencia del gobierno para repararlo. V. E. mismo ha cooperado con esta autoridad a tocar los extremos de la economía. Se ha bajado al ejército, y a todo empleado político el tercio de su paga men– sual. Se ha suspendido pagar por seis meses la deuda atrasada del ejército, y la de todos los acreedores al fisco. Se han tentado otros mil recursos, pero nada de esto es suficiente a hacer aparecer el metálico de que realmente carecemos. Los fondos de la casa de moneda en una total ruina, empeñados los ingresos de adua– na por cerca de un año. agotadas las demás tesorerías, han desa-

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