La expedición libertadora
5 York con ellos, según expresamente me lo prevenía el Gobierno de este estado. N? 5 . 12. -A mi arribo a esta capital, Manifesté al Director del Es– tado por la cuenta que se me requirió todos los compromisos, tan– to públicos como privados en que hallaba envuelto, de resultas de las ocurrencias sobrevenidas al tiempo de mi salida de Nueva York. No hay duda que le informé con fidelidad que las transac– ciones pendientes o las letras aceptadas eran originales de una ex– trema necesidad, de la que había elegido el menor de los males; pero nunca me persuadí que esta indicación importaba que ellas no fuesen debidamente satisfechas con tanto mayor motivo, cuan– to que expresamente había prevenido con anticipación, de que si mis promesas no eran cumplidas no podía responder a la seguri– dad del buque. Más este gobierno resolvió adoptar otra conducta, es decir, desconocer sus propios compromisos, referir el negocio a Chile, para que allí se cumpliesen todos mis empeños y obliga– ciones, despojarme de la comisión, encargarla al Ministro de Chile D. Miguel Zañartu, y comisionarle para que me tomase la más ri– gurosa y escrupulosa residencia, sujetándome a exhibir documen– tos fehacientes para acreditar no solo la cuenta presentada, sino todo lo que exponía sobre lo ocurrido en Norte América. A tan indecoroso e irregular modo de proceder opuse la legal resisten– cia de que no era posible someterme al Ministro D. Miguel Zañartu en tales términos, por no considerarlo autorizado para conside– rarlo en la comisión que se me había confiado por su gobierno, que sin embargo me hallaba conforme por no perjudicar los in- · tereses públicos, a facilitarle cuantos conocimientos y documen– tos él necesitase para poner los buques en disposición de em– prender su viaje a Valparaíso. Entretanto las letras remitidas a Chile no fueron allí cumplidas, ni este gobierno tuvo a bien llenar por su parte mis compromisos, al mismo tiempo la oficialidad y tripulación del Horacio se encontraba sin medios para subsistir en el país, mucha parte de la tripulación sin entender el idioma se ocupaba de pedir limosna en las calles; en tal situación resol– vieron alzarse con el buque, a conducirlo al Janeiro y venderlo al Rey don Juan por lo que ellos quisieron, y él les ofreció en com– pensación del servicio que hacían. 13. -Cuando llegó el momento de reclamar los empeños par– ticulares y el cumplimiento del convenio e instrucciones en la par– te que me correspondía, entonces fue, cuando se desencadenaron las pasiones innobles de Don Miguel Zañartu, apoyado por el Di– rector de este Estado y por consiguiente del Jefe Supremo de Chi– le. En verdad que era difícil atinar con el origen de tan innoble
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