La iglesia: la acción del clero
LA ACCION DEL CLERO 207 hacer ver a los Feligreses los derechos del hombre injustamente usurpados. Esta virtud que entonces fue juzgada por el mayor crimen por ser con– traria al antiguo sistema, añadida a las continuas aclamaciones de los Indios de Santa Olaya por su perpetuidad en el gobierno de aquella Doc– trina por unos medios que ya salían de los limites de servilidad a que estábamos constituidos, y que bastó fuesen en favor del que suplica para que se le horrorizare, le hicieron desmerecer en el concurso pasado, de suerte que no pudo ser uno de los escogidos, aunque lo fue de los llamados. Agoviado con este nuevo agravie;>, de las injurias que le ha abatido el despotismo, y deseando que la naturaleza restableciese el precioso don en que la constituyó el E terno Ser, buscó los pretextos que formaron su de– fensa y aparecen en el principio del expediente que presenta, e internán– dose en los Pueblos de la Provincia de Huarochirí, tomó la tarea de ir ele casa en casa preparando cual otro Precursor, los ánimos de aquellos habitantes, hasta obligarlos a que ellos mismos llamasen al Exército de la Patria. Logrado el proyecto a satisfacción se incorporó en San Mateo de Huanchor con la tropa llamada que vino comandada por Don Antonio Acuña y Don Domingo Apodaca a la que sirvió de capellán el tiempo que pudo existir con la promesa de que informaría sobre sus méritos contra– hidos; mas como el segundo persuadiese al suplicante para que volviendo a Lima avisase las operaciones del enemigo amparando del modo posible la resolución a los que quisiesen emigrar, como llegase el caso en que a esta Partida le fue forzo a su retirada, se vio el que habla en la necesidad de internarse a la Cordillera, en donde sufrió el imponderable rigor de la estación, a pie, descalzo, desnudo, y aun sin sombrero, recibiendo un golpe en uno de los muchos instantes en que se vio precipitado que hasta el día padece de una pierna: salió por fin de aquellos peligros por el lado de Santa Olaya en donde tubo noticia que le venían a asaltar los vándalos, y le fue forzoso presentarse el mismo aparentando que pasaba su camino para Lima, y en San Pedro Mama fue detenido, insultado, registrado in– decentemente, preso con oprobio, secuestrados sus bienes y remitido con escolta con orden de que si se desviase tres pasos se le diese un balazo, como lo podrá justificar si fuere necesario. Entró el suplicante a Lima representando un papel ignominioso, pues venía a ser el eludibrio de los habitantes, y puesto en Palacio profirió el bárbaro Pezuela con el gusto de su llegada las palabras siguientes: "Ya cayó el Apóstol de San Martín", no siendo esta la vez primera que Dios nos anuncia sus verdades por boca de los Tiranos, como se vio cuando Anás predijo la redención del linaje humano, con la muerte de Jesucristo, y por Balán bendiciendo al Pueblo escogido. Pasado el suplicante con doble escolta al Cuartel llamado enton– ces del Infante sin comunicación, resolvió presentarse acogiéndose a su
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