La iglesia: la acción del clero
208 ARMANDO NIETO VELEZ S. J. fuero, y acaso a la industria de haver conminado a los agresores con las censuras que cita en el recurso, debe el que se remitiese su causa al Tri– bunal Eclesiástico y su persona se trasladase al Convento de los Descal– zos de San Francisco, en donde estuvo preso hasta el fenecimiento, para el que se valió de los arbitrios que manifiesta el proceso con el fin de escapar su vida que guardaba el Omnipotente cuyos juicios son incom– prensibles, para que custodiase las de otros pobres infelices que precisa– mente iban a ser víctimas que saciasen la crueldad y furor de los carní– voros enemigos, y destructores del nombre americano. Ha! Si resucitase el Abogado Don Santiago Manco, a quien el suplicante tubo escondido en su estudio después de haver libertado del cadalso en que poco antes ha– vían sido sacrificados sus compañeros. Dígalo Don José Manuel Aguirre que profugó al Castillo del Callao, y a quien con otros muchos que en dis– tintas veces remitió pobló la Montonera particularmente la Partida del Capitán Don Cayetano Quirós, con cuyo oficial puso en práctica la comi· sión conferida por Apodaca bajo este signo + que le señaló la Patria, evi– tando el peligrar aun cuando fracasara la correspondencia que ha llevado hasta el glorioso día en que entró nuestro Exército a esta Ciudad. Ni el suplicante puede especificar sus comedimientos y servicios a la justa causa, ni los documentos que con la solemnidad y juramento ne· cesario presenta podrán dar perfecta idea de los perjuicios, pérdidas Y agravios que se le han inferido por su adición (sic), y al infeliz y mi· serable estado a que se haya constituido, aunque patentizan el honrrado procedimiento con que se ha comportado hasta el día. Tiene la gloria de ver que el Omnipotente ha oído los continuos clamores que le hacía en los Altares, no pudiendo presentarse en esta vida obra más grande a un corazón sensato, que la de haver conseguido el dificultoso proyecto que se pmpone en favor de su semejante. Ha merecido haver ayudado en la parte posible, a tan ardua empresa, y aunque sean cortos sus sacrificios, espera que merecerán la aceptación de Vuestra Excelencia como alcanzaron la del Divino Maestro las dos pequeñas monedas que ofreció la Viuda en el Gazofilacio, entre los muchos que asistieron a ese acto. Ve por premio de sus tareas conseguido su deseo, y espera por recompensa que tengan término sus desgracias. Tiene la dicha y feliz suerte de haverse distinguido del resto de los demás hombres que o por la dulzura de sus proporciones que creían perder, o embriagados con los cargos en que los conservaba el Tirano, o aletargados con el temor de sus opreciones no activaron el negocio más importante de salvar del pesado yugo que atormentó por tres siglos a la Madre Patria ; pero cómo conocerá esta a sus fieles hijos, sin que cada uno de ellos le manifieste su amistad? Cómo distinguirá en la posteridad a los que han trabajado en su salvación? Cómo remediará las
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