La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo

difunto,// godo, regodo, archigodo,// te haremos bailar por junto// y atado codo con codo// el punto y el contrapunto" ... Y esta otra coplilla que tiene que ser del 19 y no del 18: "¡Al fin// al fin// va llegarle a los godos// su San Martín". . . Las proclamas no eran anónimas como las coplas; aparecían lanzadas por un apóstol de las nuevas ideas: "José Luz de la Verdad, sellador del Real Túpac Amaru, a los pueblos del Perú". De pronto apareció en la cima del Shulcahuanga: "Yo soy José Luz de la Verdad ... Esta tierra es nuestra, muy nuestra, de los peruanos .. . No toleraremos más tiempo amos que vienen de fuera a gobernar .. . ¡Abajo la tiranía! jViva la libertad! ... " Se produjo el asalto del cerro pol' las fuerzas del gobierno y murió José Luz de la Verdad, que era José Sa– linas, un peón de hacienda dedicado al servicio doméstico, que había sido antes "pongo" del cura de Chota. Pero detrás de él, a decir de las murmu– raciones de la época, estaba José Faustino Sánchez Carrión, tal vez si el máximo exponente de las ideas liberales y republicanas, entonces deste– rrado a su tierra natal, Huamachuco; y Luis José de Orbegozo, a la sazón hacendado en Choquizongo y más tarde líder y Presidente de la Repúbli– ca. Tan importante fue la acción de Huamachuco, que San Martín y el Congreso de 1823 la declararon "cabeza de provincia" y "fiel ciudad" por la obra emancipadora. Hilvanándose con "Los brujos de Shulcahuan– ga" estaría "El médico inglés", otro predicador de la libertad por tierras de Cajatambo y Huailas, quien tomando la Biblia como elemento fun– damental de sus oraciones patrióticas, comenzaba diciendo: Yo soy Pablo o Yo soy Jerenúas. El apóstol de la democracia produjo tal conmoción que Pezuela mandó gente a perseguirlo. Se decía que era el mismísimo San Martín disfrazado, pero en verdad resultó ser un tal Pablo Jeremías, agente de O'Higgins. Dice José Francisco Mariátegui --en cita de Palma– "De orden de Monteagudo fue fusilado Jeremías en la plazuela de Santa Ana, sin proceso ... trataron de deshacerse de un hombre estimado co– mo enérgico enemigo de los planes de la monarquía" ... "Tal fue el fin del médico inglés, que no pocos dolores de cabeza diera al virrey del Pe– rú", concluye la tradición de la Octava Serie. El montonero aparece en la figura de Inocente Gavilán, joven tiuji– llano, criollo, mayordomo de hacienda, quien partidario de San Martín 'Y perseguido por fuerzas de La Serna reune un grupo de peones y se convierte en capitán de guerrilla. Se llamaba Inocente Zárate y sus sub– alternos lo bautizaron con "Gavilán". Conciliaba la acción armada con las chanzas y así, habiendo cogido un piquete de soldados les hizo rapar la patilla derecha y el mostacho izquierdo y los envió donde su jefe Mo– net. Palma dice haberlo conocido como dueño de una huertecita en el Cercado. Esta historia corre inserta también en la Octava Serie. Dentro de las más hermosas tradiciones, por la prosa que despliega, por el sucesivo canturrear de pregoneros, por el ambiente local que se percibe, por el diálogo que la convierte en posible pieza dramática, está "Con días y ollas venceremos". Se hallan en ella los elementos clásicos de la tradición palmista: hecho histórico que sirve de pie, capítulo preli– minar donde surge la atmósfera del relato y el escenario del acontecí-' miento; una serie de dichos tradicionales y de cantares que adornan el proceso narrativo con hálito popular y luego, el cuento mismo. En éste - 103 -

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