La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo

do la Comisión Nacional publique los numerosos expedientes de los sa– cerdotes peruanos de esa época. Hubo, pues, cooperación sincera a la causa de la independencia. Cuando un párroco proclama, por ejemplo, que la Patria para desarro– llarse en justicia tiene necesidad de un ambiente de libertad para sus habitantes, no está haciendo baja política. Prescindo de propósito de ca– sos aislados, de clérigos que tomaron las armas. Las autoridades ecle– siásticas del nuevo Estado peruano independiente dejaron en claro, an– te tales casos, que en atención a lo sagrado del ministerio evangélico, mejor hubiera sido abstenerse de actuar en dicha forma. En cambio, el ministerio evangélico no está reñido con los princi– pios básicos de justicia y equidad que debían llevar a la realización de la independencia política. Cuando Viscardo y Guzmán afirma en su "Car– ta a los españoles americanos": "Tenemos esencialmente necesidad de un gobierno que esté en medio de nosotros para la distribución de sus beneficios, objeto de la unión social" está enunciando una razón justifi– cante de un gobierno propio peruano. De la misma manera, cuando un párroco piensa y dice que la primera obligación del gobernante es el bien común y la justicia no sólo con los individuos sino con la comuni– dad como ta1, no se extralimita. En este sentido, la acción de nuestro cle– ro es acreedora a la gratitud del país. Reflexión final Permítanme una consideración con la cual deseo concluir, y que in– vita a reflexionar. En otros países y otras latitudes la revolución arrasó no sólo con el trono, sino con el altar. Ideólogos y revolucionarios de 1789 identificaron libertad con anticristianismo y anticlericalismo; iden– tificaron Iglesia con opresión. Dejamos a los historiadores de la Iglesia precisar hasta qué punto las culpas de los cristianos pudieron parcial– mente explicar tal identificación. Pero en Hispanoamérica, en el Perú, no ocurrió eso. No se dio esa ecuación entre revolución emancipadora y lucha antieclesiástica. ¿Por qué? ¿Acaso no se ha re_petido que "la Igle– sia y sus hombres fueron el baluarte más firme del despotismo"? Por el contrario, los libertadores y nuestros primeros hombres de gobierno buscaron mantener la vinculación de nuestros países con el Vicario de Cristo. Intuyeron que la religión católica debía seguir siendo - al mar– gen de los errores de los hombres - elemento integrante del nuevo or– den de cosas. No creyeron que esa vinculación fuera una solapada ame– naza a nuestra soberanía. Y eso, que en el año 1823 dominaban el libe– ralismo y el republicanismo, venidos de Francia y los Estados Unidos. Este punto, estimados maestros, merece nuestra reflexión. Sólo quisie– ra insinuar que hay aquí algo más hondo, que no puede reducirse a me– ras razones de política y conveniencia oportunista. Muy agradecido. Quienes deseen formular alguna pregunta, pueden hacerlo con li– bertad. - 114 -

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx