La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo
como V.E. dice, puede ser que vuelvan dentro de poco a jurar la consti– tución de la monarquía española con más libertad y voluntad; en fin que el tiempo hará conocer, si el nuevo título que ahora ha tomado V.E. de Protector del Perú es tan adecuado como el de Libertador". En Chile se tuvo la creencia de que San Martín desoía los ofrecimientos que se habían hecho al pueblo del Perú y que hemos hecho referencia. Sólo su entrañable amigo el Director Supremo de Chile don Bernardo O'Higgins creyó en la sinceridad de sus palabras. En oficio del 6 de agosto de 1821 le comunica haber asumido el Protectorado. Veamos, en– tre otros conceptos, lo que le dice: "Mas, en el estado en que se hallan las operaciones militares, y a la vista de los esfuerzos que aún hacen los enemigos para frustrar mis planes, faltaría a mis más caros deberes, si, dejando lugar por ahora a la elección personal de la suprema auto– ridad del territorio que ocupo, abriese un campo para el combate de las opiniones, para el choque de los partidos, y para que sembrase la discordia que ha precipitado a la esclavitud, o a la anarquía, a los pue– blos más dignos del continente Americano ... Apoyado en estas razones, en la dilatada experiencia, he reasumido en mi persona la autoridad suprema del Perú con el título de Protector, hasta la reunión de un Con– greso soberano de todos los pueblos, en cuya augusta representación depositaré el mandato y me resignaré a residencia". O'Higgins le contes– ta: "Cuando este Gobierno confió a V.E. las fuerzas que debían libertar el Perú, y asegurar la independencia de Chile, no dudó un sólo momento que V.E. arrostraría toda clase de sacrificios, para dejar airosa la espe– ranza de la Patria. Los prósperos sucesos de la campaña y la ocupación de Lima, han justificado este concepto, dando al nombre de V.E. nuevos títulos a la gloria y a la inmortalidad. Como uno de esos sacrificios per– sonales, y sin duda el más penoso, ha mirado este gobierno la medida que V.E. tan sabiamente ha adoptado de reasumir en sí mismo el man– do político y militar de esos países. La franqueza con que V.E. anuncia a los pueblos la necesidad de esta medida, y los poderosos motivos que fundan su conveniencia y utilidad, no pueden dejar duda de las rectas y benéficas intenciones de V.E., aun en los ánimos más suspicaces y envidiosos. No era bastante para dar libertad al Perú arrojar de su Ca– pital a los funcionarios del gobierno español. Era indispensable poner a esos pueblos a cubierto de la anarquía, preservarlos de la guerra civil, y evitar el desenfreno de las pasiones al tratarse de elegir la autoridad suprema, y adoptar nueva forma de gobierno. Más difícil es conservar la libertad que adquirirla, y es mucho más funesta y ominosa a un pue– blo la anarquía que el bárbaro despotismo peninsular". En el Perú, no obstante un reducido grupo que esperaba obtener provecho personal en una elección, la gran mayoría consideró que la única solución para el buen fin de la guerra, era la permanencia de San Martín en el mando, aunque en algunos hubo la duda si al término de ella, el Libertador cumpliría con dejar en manos del pueblo 18. eJección de su gobierno propio. El inglés William Bennet Stevenson relata en sus memorias no exentas de la influencia de Cochrane, quien como sa– bemos se opuso a que San Martín asumiera el Protectorado, lo siguiente al relatar la ceremonia de la proclamación de la independencia: "Luego de terminada la ceremonia una comisión del Cabildo fue a ver al general - 120 -
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