La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo

San Martín para rogarle que se encargase personalmente de la superin– tendencia política y militar del Perú que tenían el honor de ofrecerle en nombre y en interés de la capital. San Martín contestó, sonriendo, que el ofrecimiento era completamente inútil; que habiendo tomado ya aquel mando, lo conservaría mientras lo juzgase conveniente, y que no habría, sin su beneplácito, ni juntas ni asambleas para la discusión de los asuntos públicos. Esta respuesta -continúa Stevenson- no po– día estar en armonía con la manera de pensar de unos hombres que aca– baban de jurar ante el Ser Supremo el mantenimiento de su libertad e indepedencia". De ser cierto el episodio, en él se encuentra implícita una vez más, la sinceridad con que actuaba San Martín; pues en verdad qué gobierno le iban a ofrecer cuando lo había asumido de hecho al pi~ sar tierra peruana y en ese momento no lo había renunciado porque no consideraba terminada la misión libertaria que se había impuesto. Hace ya más de un siglo, el primer historiador de la República Mariano Felipe Paz Soldán justificó plenamente la actitud que tomó San Martín el 3 de agosto de 1821. En su documentada "Historia del Perú Independiente" aparecida en 1868 aprueba su declaración de que "primero era asegurar la indepedencia, después se pensaría en estable– cer la libertad". ''He aquí en dos palabras -dice Paz Soldán- por qué reasumiendo en su persona el mando político y militar, se declaró Pro– tector el 3 de agosto. No quiso valerse de la farsa de las elecciones pa– ra revestirse con ese ropaje; obró con la franqueza de un soldado de la libertad; ofreció solemnemente que dimitiría el mando en el momen– to en que el Perú fuera libre". De acuerdo a los documentos que hemos leído, San Martín sacrificó así sus más caros ideales al asumir el Protectorado. No estaba en su línea de conducta desde que asumió su función libertaria tomar un cargo po– lítico por su propia decisión al margen de la consulta popular. Lo hizo como un medio necesario para poder terminar la guerra que había inicia– do con tan buen éxito. Pero el destino fue cruel con el gran Libertador. No le permitió que su espada victoriosa completara la obra de reden– ción de los pueblos de América que se había impuesto. Fiel a la promesa que había contraído con el pueblo, renunció el mando, no cuando la guerra había terminado, como fue su intención sino cuando considero terminada su acción militar. Entonces, con firmeza de voluntad de héroe. que siempre la tuvo, renunció el mando ante los representantes del pueblo peruano reunidos en nuestro primer Congreso Constituyente y se apartó para siempre de las playas del Perú. Pero antes de conside– rar el tema de su renuncia al mando supremo ante el Congreso, veamos algo sobre las ideas políticas del Libertador como más apropiadas para estos pueblos que estaban consiguiendo su independencia. San Martín era un republicano por principios. Así lo dijo en docu– mentos concluyentes antes y después de haber estado en el Perú. En uné:t carta fechada en Mendoza el 24 de mayo de 1816, a su amigo el señor don Tomás Godoy Cruz, representante al Congreso de Tucumán, esto es, an• tes de proclamada la independencia argentina el 8 de julio, le dice, entre otras cosas, lo siguiente: "Si yo fuese diputado me aventuraría a hacer al Congreso las siguientes observaciones; para el efecto haría mi in- - 121 -

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