La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo

no dicha por los hombres de pensamiento y por aquellos que expresan sus ideas con sistema o relativa coherencia. Epoca de cambios y de transformaciones. No se puede entender al hombre precursor y a su tiempo, del mismo modo no se puede entender a la Independencia, sino se atiende pri– mero a la circunstancia de incertidumbre, de vacilación, de grandes transformaciones y cambios que se opera en el mundo occidental y en el Perú concretamente entre finales del XVIII y el advenimiento del siglo XX. Es una edad claramente perpleja en muchos niveles. Es una edad de tremendas disputas filosóficas, es una edad de transformaciones socia– les, políticas y económicas. Como lo dice un texto valioso, todo en esos años está sujeto al examen, al cambio, a la crítica. Y esto vale para los diversos órdenes de la vida y no sólo para un campo concreto. Pensemos un momento en el hombre cuyo retrato que– remos ofrecer y que vive la disputa entre la tradición filosófica cristiana y la presencia del racionalismo; que es testigo al mismo tiempo de la fuer– za política que adquiere la burguesía y de la prestancia aún vigente de la aristocracia titulada; que reconoce una clarísima participación del pue– blo de manera directa en las guerras de España contra Napoleón y ob– serva la afirmación "juntista" en América; que escucha críticas a una au– toridad arbitraria u omnipotente como las que dibuja Baquíjano en la Universidad de San Marcos; y que, en fin, reconoce con alegría o temor que su sistema de vida asume transformaciones radicales, o encara un irrevocable crepúsculo. Y desde otros ángulos es un tiempo también de transformaciones en el orden científico y en el técnico. La química, la botánica, las ciencias fí– sicas, viven unos años de febril creación. En el Perú llega la vacuna, se instaura el Anfiteatro Anatómico, la Escuela de Medicina de San Fernan– do, el Jardín Botánico el Cementerio, y se advierte en el contorno perua– no una preocupación evidente por los adelantos materialesJ típica de las postrimerías del XVIII y del despotismo ilustrado. Interesa pensar como este marco de transformaciones y de cambios se va a enriquecer más íntimamente con ese otro fenómeno que viene de la íntima actitud que frente al sometimiento a España ya se advierte en la secreta intimidad del hombre peruano. A la congoja vacilante de la épo– ca, se añade esa otra personalísima congoja -ilusión o rechazo que in– quieta el espíritu- frente al tiempo que se acerca a la ruptura, de la an– tigua fidelidad. Hay que verlo así al hombre precursor; incierto por el tema que tiene entre las manos, e incierto también por la época en que vive. No es un hombre "dogmático", ni de años de certidumbre. Es un hombre que vaci– la frente a la cuestión política que está ante su rostro, es un hombre que vive una época vacilante. Hay que estudiarlo, pues, con tremenda delica- - 11 -

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