La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo

LAS JUNTAS DE GOBIERNO Es bien conocido que al producirse la invasión de España por los ejércitos de Napoleón (1808-1814), y remitidos a Francia en condición de prisioneros el Rey Carlos IV y la familia real -las "personas rea– les", corno entonces se decía-, en la América española se constituyeron Juntas de Gobierno (1809-1810) a imagen y semejanza de las reciente– mente establecidas en la propia metrópoli. En un principio estas Juntas americanas fueron fidelistas o leales a la Corona (1), pero paulati– namente tórnanse en francamente separatistas, es decir, de marcada ten– dencia a cortar todo vínculo político con España. Mejor que nadie, este delicado momento histórico americano lo expresa en México el peruano Talarnantes con estas palabras: "Si no hay rey, no hay virrey; y si no hay virrey, pues tampoco hay Audiencia y es entonces que el pueblo recu– pera el ejercicio de la autoridad". Corno verdaderas enfermedades epidérmicas, las Juntas brotan en forma casi simultánea a lo largo y ancho del continente: en Caracas, Quito, Buenos Aires, Bogotá, Santiago de Chile, México. Es decir, en to– das las colonias, excepto el Perú, que por el momento se lame las heridas de 1780-1783, en tanto se prepara para lanzar la terrible explosión volcánica que va a ser la insurrección del Cuzco de 1814 (2). No nos he– mos olvidado del Alto Perú, entonces parte integrante del virreinato de Buenos Aires (3). A mediados de 1809, en la docta Chuquisaca y en La (1) De ahí, por ejemplo, el caso de Caracas: depuesto el capitán general Empa– rán, en abril de 1810, se creó la Junta Suprema Conservadora de los de– rechos de Fernando VII. (2) Complejas causas -políticas, económicas, sociales- impidieron que sobre el mapa de la América española pudiesen los peruanos clavar el alfiler de su coloreada banderita "Juntista". Resultaba imposible, en efecto, que en Lima, a dos, cuatro o diez cuadras de la Casa de Pizarro -ocupada por Abascal, a quien obedecían varios miles de soldados, en la propia ciudad-, se insta• lase y funcionase, impunemente, una Junta de Gobierno, como sucede en Buenos Aires y Santiago, por ejemplo. Por otra parte, ya la sangre había corrido a raudales en nuestra patria -rebeliones y conspiraciones de Santos Atahualpa, Túpac Amaru, Ubalde, Crespo y Castillo, Zela, Pumacahua, Gó– mez-, lo que no sucede en otras colonias. La extremadamente sangrienta r e– conquista por los realistas de vastas regiones del territorio peruano momentá• neamente perdidas cuando los formidables levantamientos de Túpac Amaru y de Pumacahua, hizo luego sumamente difícil el estallido de una nueva in– surrección. Esta evidente dificultad -hueso soldado, hueso reforzado- ya la había observado Maquiavelo tres siglos antes de Abascal: "Bien es muy cierto que los territorios rebelados se pierden con más dificultad cuando se reconquistan por segunda vez, porque el señor, aprovechándose de la rebe– lión, vacila menos en asegurar su poder castigando a los delincuentes, vigi• lando a los sospechosos y reforzando las partes más débiles". ("El Príncipe", cap. III). (3) Hemos subrayado esta dependencia territorial de la antigua audiencia de Charcas para llamar la atención de los señores profesores acerca de la false- - 128 -

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