La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo

Para suerte de la Corona, en esta delicada coyuntura el Perú desempeña el papel d~ ~spléndi~o co:r;tafuego: elevado y sólido muro que impide q~e la Amenca espanola, mtegra, se convierta en una sola, rugiente y gigantesca hoguera, desde las cálidas orillas del Caribe hasta las frias pampas de la Patagonia. España. envía a Venezuela -foco el más peligroso y más cercano a la metrópoli- fuertes y repetidas expediciones militares al mando de va– lerosos jefes experimentados en la lucha contra Napoleón en la dura y sangrienta guerra que termina con la expulsión del intruso rey José Bo– naparte. Es así cómo enfrenta al precursor Miranda, primero y por breve tiempo; más tarde, y ya por trece años, a Bolívar. ¿Y qué hace España para sofocar el fuego en el sector sur del continente meridional? No fue necesaria su intervención, si exceptuamos el envío de cierto número de excelentes jefes y de muy cortos efectivos de tropas. Abascal, virrey del Perú, obrando con celeridad y patriotismo encomiables, acude motu pro– prio a aplastar las rebeliones porteña, chilena y quiteña. Graficando la situación del imperio español, como observamos en la figura(*), se montan dos poderosos grifos contra incendios, para com– batir el voraz fuego de la insurrección americana: uno en Madrid, el otro en Lima. Y en tanto que Madrid envía a Venezuela grueso torrente de soldados, españoles, desde luego, Lima cumple con lanzar a Quito, Chile y el Alto Perú, otro poderoso torrente de soldados, peruanos, claro está, en su gran mayoría: Pero existe diferencia entre el elemento humano que España envía a Venezuela y el elemento con el que acude Abascal a sofocar la rebe– lión de los territorios vecinos. El español es hombre plenamente cons– ciente de la causa por la cual lucha y muere, en tanto que el peruano, enrolado por la fuerza en el ejército realista, ignora por qué se le arranca de su escondida querencia andina y se le lleva a combatir sin entusias– mo contra sus hermanos del Río de La Plata y del Mapocho. El español que obedece a Monteverde, a Morillo y a Boves, y que en los llanos del Orinoco enfrenta a Bolívar, a Páez y a Ribas, tiene la íntima convicción de que lucha y muere por su rey por su patria. El campesino peruano que resignado sigue a Goyeneche, a Osorio y a Marcó del Pont, y que en el Desaguadero, en Rancagua y en Chacabuco enfrenta a Castelli, O'Higgins y a San Martín, sabe solamente que debe disparar Y cargar a la bayoneta cuando se le ordena hacerlo contra otros hombres de uniforme apenas diferente del suyo propio. La elevada calidad del soldado realista que combate en Venezuela, obliga a Bolívar a llevar ade– lante una guerra prolongada y sangrienta en extremo. En ese territorio ambos bandos proclaman, oficialmente, y llevan a cabo, con salvaje en– carnizamiento, la "Guerra a muerte". Tan tenaz es la lucha en el norte del continente, que Venezuela ve reducida en un tercio su población y convertidas en ruinas sus ciudades. (*) No se incluye ningún esquema en este libro, ya se ha dicho. - 131 -

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