La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo

pónénios que uno de nuestros vasos contiene 5,000 litros de agua y 20,000 el otro, éste sería el estado relativo de fuerzas al producirse el desembar– co de la Expedición Libertadora, enviada a nuestra patria por el gobierno chileno que preside Bernardo O'Higgins. Debemos tener presente que en el momento preciso de pisar tierra peruana, el general San Martín abre la llave que pone en comunicación nuestros vasos. ¿Y qué sucede, de in– mediato? Al llegar a Guayaquil la esperada y muy agradable noticia, su guarnición realista, íntegra -1,500 soldados, cuzqueños muchos de ellos-, se pasa a la patria. En otras palabras, esa llave deja pasar 1,500 litros del vaso de nivel alto, que ingresan, claro está, al otro vaso. Con este solo trasiego, la relación de fuerzas, que era de 4 a 1, ya no alcanza a ser de 3 a 1. Continuemos abriendo nuestra llave: 996 realistas del regimiento Numancia, que cerca de Chancay imitan a sus camaradas de Guayaquil; de los 800 "aguerridos y gallardos" soldados realistas, que en Pisco y a órdenes del coronel Manuel Químper, peruano, tenían por misión oponerse al desembarco de la Expedición, ninguno hace un solo disparo al avistarse en tierra los "invasores", y más bien, pocos días des– pués, algo más de 200 se pasan también a los patriotas, haciéndose humo los 600 restantes luego de simples simulacros de resistencia; en tanto que en Cerro de Paseo 750 realistas huyen de las bayonetas de los soldados chilenoargentinos de Arenales, 250 de sus camaradas optan por seguir la moda imperante: cambiar de bandera; en Lambayeque y Trujillo, unos 380 hombres imitan a sus otros compañeros "cambistas", en tanto que en Huaraz, el coronel Borgoño, enviado por San Martín desde Huaura, re– cibe 400 entusiastas reclutas; los 1900 hombres de la guarnición del Ca– llao, con su jefe el general La Mar, se pasan a la patria perdiendo con ello España las fortalezas más poderosas del Pacífico; 30 oficiales y 500 sol– dados realistas, de la división Canterac, enviada por el virrey desde Jauja, precisamente en socorro de La Mar, pues también cambian de bandera; en Pisco se incorporan a las filas patriotas 650 esclavos, sobre los que San Martín escribe a O'Hggins que serán muy pronto excelentes solda– dos, capaces de competir con los más veteranos; etc., etc. Como infantil castillo de arena barrido por la ola, el aparentemente poderoso ejército realista del Perú -coloso de hierro con pies de ba– rro-, no puede resistir la sola presencia de las huestes libertadoras. El pueblo peruano -civiles y militares, hombres y mujeres- estaban vir– túalmente revolucionado, en espera de sus hermanos, que venían del sur, para conquistar su propia independencia. Razón asiste al historiador es– pañol, general Mariano Torrente, contemporáneo de las guerras de la emancipación americana, al escribir: "Cuando un edificio comienza a des– moronarse, no bastan puntales para sostenerlo. Así sucedió en esta des– graciada época. Introducido el desaliento en el ejército real y en igual proporción la creencia en el pueblo de que iban a triunfar las armas de San Martín, era consiguiente en unos y otros olvidarse de sus deberes_, y dirigir todas sus miras a prestar servicios a los que eran ya considera– dos como nuevos dueños, para conservar sus empleos, y aun para ganar mayores grados y distinciones". Si hacemos los trasiegos respectivos, veremos, señores profesores, - 135 -

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