La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo

Sobre ei enemigo se expresa en esta forma: ''Debemos concluir que la calidad de sus tropas excede a la mayor parte de las nuestras" ... "Nuestra situación es incontestablemente mala". Previendo acertada– mente que el pueblo peruano no cooperaría en el rechazo de la invasión, sino todo lo contrario, sentencia: "No debe mirarse aquí la pérdida de una batalla como en España; perdida por nosotros, en el día se decide probablemente la suerte del Perú para siempre" (9). En el acápite anterior hemos visto cómo se cumplen los tristes vati– cinios de este oficial español. Las fugas -que no combates- de Pisco, lea, Nazca, Acarí, Atumpampa, puente de Máyoc, Jauja Tarma, igual que la escasa resistencia opuesta en Cerro de Paseo, demuestran que ni con– tando con apreciable superioridad numérica les es posible a los realis– tas vencer a los soldados patriotas. "No es el número de soldados lo que proporciona solidez a un ejército, sino su lealtad y estado de ánimo", nos recuerda Napoleón. Dispersión Hay otro aspecto que debemos tener en cuenta: la peligrosísima dis– persión de los débiles núcleos de defensores realistas. Mil quinientos sol– dados en Guayaquil, 300 en Trujillo, 500 entre Huaura y Supe, 6,500 en Lima y Callao, 800 en Pisco, 450 en Huancavelica, 1,500 en Arequipa, 300 en Arica ... , se hallaban, pues, todas estas guarnicionse, condenadas por despiadado Mane, Thecel, Phares, al aniquilamiento sucesivo, y sin espe– ranza de ser socorridas a tiempo por las más inmediatas. No se olvide algo terrible para los realistas: Sus guarniciones estaban separadas, unas de otras, no únicamente por muchas decenas de leguas de desiertos y abruptas cordilleras. También se hallaban aisladas, incomunicadas, casi, _(9) Así sucederá con Bolívar, efectivamente. Vencida la caballería realista en Junín, la infantería y artillería de Canterac, meras espectadoras de la acción, se ponen en precipitada fuga, no deteniéndose hasta alcanzar las infranqueables már– genes del río Apurímac. Es decir, que ceden, absolutamente sin lucha, los ex– tensos territorios que hoy abarcan los departamentos de Junín, Huancavelica, Ayacucho y Apurímac. Como dirá luego el Libertador, todas estas veinticinco provincias se conquistaron sin gastar una sola onza de pólvora. Lograda lue– go la victoria de Ayacucho, también sin consumo adicional de un grano de pólvora cambian automáticamente de dueño los departamentos del Cuzco, Puno, Arequipa, Moquegua, Tacna y Tarapacá, además de la totalidad de la hoy república de Bolivia. ¿Y los varios millares de "aguerridos y gallardos" soldados realistas que guarnecían estas vastísimas regiones? Pues con más entusiasmo que tristeza depusieron tranquilamente las armas, cambiando de bandera la mayoría de ellos. Es esta la razón por la cual decíamos, unas pági– nas más arriba, que las palabras de Julio César al Senado romano (Veni, vidi, vici) -al anunciar su fácil victoria sobre Famaces- pudieron perfectamente ser repetidas por San Martín al dirigirse a O'Higgins para dar cuenta del cum– plimiento de la misión que le señaló el Senado chileno, de haber querido obrar el general argentino con la rapidez y audacia a que obligaba la profunda desmoralización y debilidad material de las fuerzas realistas. - 137 -

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