La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo

y poco después atropellaron y deshicieron la nueva división situada en lea (abril de 1822) a las órdenes del bisoño general Tristán. Sucesos de mayor bulto continuaron el desenlace de estos antecedentes: la guerra del Perú no terminó hasta principios de 1825, después de tremendas al– ternativas". Ya que no las destruyó antes, en las inmediaciones de Lima, ¿por qué no se lanza San Martín, luego, sobre las fuerzas realistas dueñas de la Sierra? ¿Es que no contaba con los medios necesarios? ¿Cuáles son los efectivos de ambos adversarios poco antes de abandonar San Martín el Perú? Frente a 9,530 realistas dispersos a lo largo de más de dos mil qui– nientos kilómetros - de Jauja a Potosí, al sur del Alto Perú-, San Martín dispone, según sus propias palabras, de "11,000 veteranos en el mejor es– tado", concentrados y en sus manos. Como se observa, los "vasos comu– nicantes" de los que hablábamos (página 134) han cambiado de signo, podemos decir. La superioridad numérica la tienen ahora los patriotas. Y aunque así no fuera, debe recordarse que en Ayacucho, con sólo 5,780 hombres y un cañón, Sucre derrota y obliga a capitular a 9,310 soldados y once cañones. No es pues carencia de medios lo que impide a San Martín lograr la independencit1 de nuestra patria. Hasta el último momento de su permanencia en el Perú, es la verdad, el general argentino persiste, una y otra vez, en su búsqueda de una vic– tor sine sanguine. Ya hemos hecho hincapié en esta característica suya de llevar la guerra. Es así que el 14 de julio de 1822, horas antes de partir para Guayaquil a entrevistarse con Bolívar, escribe al virrey La Serna (establecido entonces en el Cuzco), insistiendo un3. vez más en negod.ar con los españoles antes que resolverse a derrotarlos: "No quie– ro detallar la masa disponible de poder y de recursos que puedo emplear para conquistar la paz del Perú" . .. "Yo pido la paz en las circunstancias más favorables para hacer al guerra" (13). tituyen elocuente evidencia del ningún espíritu combativo del soldado rea– lista de esta época (1821), y, por consiguiente, de lo fácil que resultaba una victoria decisiva de los independientes, por poco que así lo hubiese deseado el general San Martín. Citaremos un fragmento de la carta que dirige al general Arenales un entusiasta patriota peruano, el teniente cura de Matu– cana, José Herrera: "Ayer a las tres de la tarde pasó por acá Canterac y Carratalá con las tropas siguientes: Cuatro regimientos de infantería, que se componen de 700 hombres; la caballería, de más de 700; la tropa de Carra– talá, entre infantería y caballería, 1,000 hombres. Es indecible los muertos, enfermos y con mayor número desertores que han tenido. Sé que desde los altos de Chongos (cerca de Huancayo) acá, se le han desertado más de 500, y más adelante serán más, según la disposición y la gente tan disgustada que camina. He hablado con varios desertores y me dicen que todos desean te– ner una acción para pasarse a la patria". (Véase el último párrafo de la nota 6). Por lo demás, esta carta demuestra la eficacia del servicio de espionaje peruano en favor de la independencia. (13) Rogamos a los señores profesores una cuidadosa lectura de tres documentos salidos de la pluma del general San Martín: 1) La carta a O'Higgins (26 de - 143 -

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