La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo
Y el propio San Martín, entonces en Mendoza -Argentina-, once meses después de salir de nuestra patria, el 3 de agosto de 1823, escribe a Bolívar: "Amigo querido: ... Deseo concluya usted felizmente la cam– paña del Perú y que esos pueblos conozcan el beneficio que usted les ha– ce". Obsérvese que en momentos de dirigirle esta carta, Bolívar se en– cuentra en Guayaquil, esperando la autorización del gobierno colombiano para marchar a nuestra patria. El Protector conoce esta situación, y por ello sus palabras significan, realmente, su deseo de que el Libertador pa– se al Perú. ¿ Y qué piensan los peruanos de 1823? Podríamos transcribir docu– mentos oficiales peruanos, pero estimamos más conveniente recurrir a un muy documentado historiador, compatriota nuestro, quien, a más, conoció a muchos de los políticos y jefes partícipe~ de los hechos. Ma– riano Felipe Paz Soldán, no obstante su escasa simpatía por el Liberta– dor, condensa en pocas pero muy expresivas líneas el sentir nacional del momento: "Es cierto que la presencia de Bolívar en el Perú era recla– mada por todos los partidos políticos, exigida por la opinión, por el Con– greso y por todos los hombres que influían en la suerte del país. Jamás fue tan deseada la venida de un hombre". Y dando cuenta el mismo escritor del inmenso júbilo despertado por su presencia entre nuestros compatriotas, reconoce: "Su solo nombre va– lía todo un ejército". Así pues, la pregunta "¿Quién llamó a Bolívar?" puede, con entera verdad, contestarse, por peruanos y sudamericanos, con las mismas pa– labras de los vecinos de Fuenteovejuna: "Todos a una". Bolívar y Lima Existe la creencia popular de que Bolívar, por su afición a los bai– les y demás reuniones sociales -así se dice-, tenía muchísimo apego a vivir en Lima, capital famosa por lo fastuoso de los saraos y otras fies– tas que con excesiva frecuencia ofrecía su manirrota aristocracia crio– lla. Nada más alejado de la verdad. Muchas son las referencias del propio Libertador que echan por tierra esa idea equivocada. ¡Y eso que en absoluto le desagradaran Lima y las limeñas! A los diecinueve días de su llegada a nuestra capital escribe al general Santander, vicepresidente de Colombia: "Yo cada día más contento en Lima, porque hasta ahora voy bien con todo el mundo: los hombres me estiman y las damas me quieren. Esto es muy agradable. Lima tiene muchos placeres para el que puede pagarlos. La mesa es excelente, el teatro regular, muy adornado de lindos ojos y de un porte hechicero; coches, caballos, paseos, toros, Te Déums, nada falta, sino plata para el que no la tiene, que a mí me sobra con mis ahorros pasados". Pero desde el día de su arribo a nuestra patria, ·se fijó una meta de la que jamás se apeará: He venido al Perú a darle la independencia, y estamos en guerra. Antes de alcanzada esta meta, huiré de Lima, para vivir con mis soldados. Desde Trujillo, el 25 de diciembre de 1823, escribe a Sucre, que se - 147 -
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