La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo

falten los víveres, y que les falten al enemigo". Veamos cómo cumple Bolívar con este precepto, según órdenes que imparte a Sucre desde Pativilca: "Los enemigos estarán reunidos para marchar a Trujillo den– tro de 30 o 40 días, a más tardar; esta cuaresma, pues, debemos consa– grarla toda entera a la recolección de toda cosa útil para el ejército". ¿Cómo proceder para cumplir esta delicada operación, difícil por la ine– vitable dispersión y desorden? Prosigue la carta: "Para este fin, el me– jor método es emplear en guerrillas todos los cuerpos de nuestro ejér– cito, encargándoles a los comandantes la más grande exactitud y orden en las exacciones, y que no dejen rincón que no visiten y examinen es– crupulosamente". Esta carta, muy larga y repleta de minuciosas ins– trucciones, concluye así: ... "y lo dicho, dicho. Bolívar". Aunque una vez dijera "Dios no me ha prestado su palabra mágica", la verdad es que "ajustando convenientemente las clavijas", sabía él al– canzar metas que a otros resultaban imposibles. Para mejor compren– der estos logros, trasladémonos, como si dijéramos, al campo realista. ¿Cómo ven éstos su llegada al Perú? Dice un historiador español: "Hizo su entrada pública en Lima en medio de las mayores aclamaciones de los abatidos sediciosos, que se figuraban ver en aquel caudillo al salva– dor de su ilegítimo partido". ¿Y qué dicen de la aparición en escena del ejército que creara el Libertador? El mismo historiador, el general To– rrente, ya conocido nuestro, escribe: "Como las tropas realistas no se movieron de sus cantones de Jauja, pudo Bolívar organizar su ejército, completándolo hasta el número de 11.000 hombres, entre ellos 6.000 co– lombianos, y darle una asombrosa movilidad". Reconoce el citado autor grande mérito al adversario al estampar estas palabras: "Inconcebible parece cómo en tan poco tiempo hubieran logrado los insurgentes poner en campaña una fuerza tan numerosa y bajo un pie tan respetable de arreglo y buena dirección. Abundaban las provisiones de guerra y boca, el armamento, vestuario, medios de transporte y cuantos elementos guerreros se necesitan para abrir una importante campaña". Por las líneas trascritas se reconoce, en efecto, el milagro obrado por la dura mano del caudillo venezolano. Sin embargo, no es en abso– luto fácil imitar su ejemplo. Inducir al ciudadano a la entrega volunta– ria de los elementos que requiere la patria, es difícil, lo dice la expe– riencia. Proceder a la exacción o requisición, presenta serios inconve– nientes: el ocultamiento; guejas de los perjudicados res12ecto de algunos privilegiados; despierta la idea de que la patria se encuentra en situa– ción angustiosa acaso más grave de la real. . . Los serios obstáculos por superar inhiben a un jefe de "calibre" normal, lo dice la historia. Cite– mos un caso nuestro, peruano. Lima. Ultimas semanas del año 1880. Se sabe que el enemigo está a punto de emprender la marcha sobre la capital. Como no es verosímil un desembarco en el Callao, bien artillado, se ejecutan obras de forti– ficación en Ancón, pero el tiempo no permite construir ninguna en Lurín. En determinando momento el comando peruano comprende que la suer– te de la capital peligraría gravemente si el enemigo logra poner pie en el valle de Lurín. Para impedirlo, se ordena ocuparlo, preventivamente, - 154 -

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