La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo
Establecidos éstos en Jauja desde julio de 1821, por tres veces llevan el terror a la capital: setiembre de 1821; junio de 1823; febrero de 1824. ¡Cuánto han cambiado las cosas desde 1820! Decíam9s, no hace mucho rato, señores profesores: "Estas escenas de espanto se repetían a cada amago que se hacía sobre la capital", refiriéndonos a la angustia españo– la vivida en Lima en octubre de 1820 (ver. pág. 140). En 1824 se produce terrible convulsión político-militar comparable a una explosión volcáni– ca: a principios de febrero se inicia rosario de infaustos sucesos que pone en peligro de muerte a la revolución peruana. Sus principales he– chos son estos: sublevación de las tropas argentinas del Callao, que a po– co izan en las fortalezas del puerto la bandera española; pánico en la capital ante la aproximación de las divisiones realistas de Monet y de Ro– dil, que en operación concéntrica marchan desde Jauja e lea, respecti– vamente; sintiéndose impotente, el Congreso entrega a Bolívar la totali– dad del poder dictatorial, declárase a sí mismo en receso, y depone a Torre Tagle; descubrimiento de tratos de éste con el enemigo; atemori– zado el expresidente, opta por cobijarse bajo el sol que en el momento le ofrece más calor: los españoles; para hacer méritos a los ojos de éstos -¿traición, cobardía, atolondramiento?-, Torre Tagle lanza una proclama de total apoyo al enemigo: "Unido ya al ejército nacional (espa- net y Rodil, por un lado, que tocan ya las goteras de la ciudad, y por el otro la fuerte guarnición del Callao, en cuya fortaleza se ve izada la bandera de España desde la reciente traición del sargento Moyano, del regimiento Río de la Plata, ¿qué hacer? Algunos funcionarios y vecinos logran escapar, pero los más, en vez de emigrar al norte, como lo ordena Bolívar y lo indica el senti– do común, se pliegan a los vencedores. García Camba, jefe español ya conocido nuestro, luego de nombrar a va– rios de estos que podríamos llamar "hombres de poca fe", refiere que tam– bién se sometieron: "crecido número de personas distinguidas y muchos de los llamados cívicos, con los cuales se formó un batallón de voluntarios para auxilio de la guarnición (realista) de la capital, y el que antes del 17 de mar– zo contaba más de 600 plazas útiles". Dice Paz Soldán: "La traición de Moyano fue imitada pocos días después por los pérfidos escuadrones Granaderos de los Andes, que avanzados de Cañete recibieron orden de replegarse sobre Lima (para evitar el contagio originado por la defección de Moyano) y se levantaron contra sus jefes en la Tablada de Lurín, y, apresándolos, proclamaron la causa del rey y pasaron a unirse con los traidores del Callao". Una vez más, señalamos el "cambio de moda" experimentado y cómo el paso del batallón realista Numancia a los inde– pendientes, en 1820, tuvo su contraparte en 1824. En esta la hora gloriosa de Bolívar. Hombre nacido para vencer las mayores dificultades, en estos momentos se agiganta su figura hasta convertirse en sólida roca que resiste los más furiosos embates de la tempestad, y que en corto plazo conduce sus tropas a la victoria. Y así como Inglaterra se apre– tó con fe alrededor de Churchill en hora de angustia, en igual forma un se– lecto grupo de peruanos rodea a Bolívar en la crisis más aciaga de la revolu– ción americana. "Las circunstancias son horribles para la patria: vosotros lo sabéis, pero no desesperéis de la república. Ella está expirando, pero no ha muerto aún", dice el Libertador en proclama destinada a inspirar fe a los vacilantes. - 157 -
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