La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo

sulta que la moral de la tropa es, en buena parte, resultado de una pa– ciente y tesonera labor del jefe. Quien siembra, cosecha. Como vasos comunicantes, esa moral la transmite el jefe a sus hombres. Veamos la fe absoluta que Bolívar tiene en la victoria que sabe le proporcionarán los soldados por él cuidadosamente preparados y por él firmemente im– buídos de elevada mística. El 10 de noviembre de 1824 -29 días antes de Ayacucho-, al dar a conocer a su amigo el general Montilla (en Colombia) todo lo que ha lo– grado hasta el momento, en lo referente a valiosas ventajas sobre el ene– migo y puntualizar sus próximos pasos, le dice: ''(estamos a punto de) dar un golpe final que ya no puede disputarse. Y sepa usted, de paso, para que no se asombre de nuestras ventajas: no somos superiores al enemigo sino en valor y disciplina". . . "En el día son, poco mas o me– nos, iguales a nosotros en número; pero este número no vale cosa, por– que no tiene moral ni disciplina". Dos semanas más tarde, enterado por carta de Sucre de que los realistas, marchando desde el Cuzco hasta Huamanga -es decir, descri– biendo un semicírculo-, han aparecido a retaguardia del ejército pa– triota, estacionado en la región de Andahuaylas, cortando, con ese au– daz movimiento, sus comunicaciones con Lima, escribe al general Santa Cruz: "tomarle la espalda a nuestro ejército es una imbecilidad; pues por tomarle la espalda a nuestros soldados no se dispersan, y al contra– rio, se les obliga a batirse a la desesperada". Es decir, a luchar con re– doblado ardor. ¿ Y qué dice el propio Sucrc respecto de esta -en teoría- magní– fica maniobra realista? Desde Andahuaylas, escribe al Libertador (13 de noviembre): "Cuando supimos ayer que los españoles iban a llegar hoy a Andahuaylas, no puede usted pensar el contento del ejército juzgando ya que una batalla iba a terminar la campaña; algunos que decían "esta– mos cortados", eran contestados por la tropa: "mejor, pues estamos ciertos de que nos esperan". ¡Cuánta verdad hay en las palabras que siguen inmediatamente a las anteriores: "Con esta clase de gente no dudo que batimos en cual– quiera parte a los enemigos"! Podemos agregar: de tal jefe, tales soldados. Plan simple. "Siendo la guerra un arte de ejecución, deben excluirse de ella todas las combinaciones complicadas. La primera cond_ición de todas las buenas maniobras es la sencillez". Si con esta máxima de gue– rra napoleónica como cartabón, medimos o calibramos el plan de ofen– siva seguido por los patriotas en las dos campañas a Puertos Intermedios ( 1822, 1823), descubriremos la razón de sus sucesivos fracasos. En efec– to, resultaba sumamente difícil, por no decir imposible, conducir y coor– dinar -en el espacio y en el tiempo- sus tres divisiones concurrentes, destinadas a operar a varios millares de kilómetros de distancia una de otras: una, el grueso, que partiendo del Callao embarcada en la escuadra, debía tocar tierra en uno de los puertos intermedios entre dicho puerto y Valparaíso -de ahí la denominación de esas expediciones-, para des- - 162 -

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